XXI

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Hacía pocos días que había vuelto del hospital y ahora mismo se encontraba dando vueltas en su cama, un recuerdo de cuando vivía con su madre le había amenazado, haciendo que se pusiera a derramar lágrimas en frente de todos como si fuera un crío. Miró el pastillero y sin agua se tomó una pastilla, olvidando todos los sentimientos negativos, y así se quedó dormido.

Dolía, le dolía guardar las lágrimas y fingir que no era nada, le dolía su; destrozado; corazón que poco a poco se volvía polvo... Le dolía sus muñecas de apretarlas hasta sangrar... Le dolía la garganta de vomitar la poca comida que se llevaba a boca, y por más que quisiera mantenerla dentro de sí, había llegado a un límite en que el nudo de su garganta no le dejaba ni tomar las medicinas. Nuevamente se encontraba en el baño, devolviendo las medicinas que se había tomado junto con agua, se sentó en el suelo derramando leves lágrimas por el esfuerzo dde su garganta
-Me duele la cabeza...- murmuró con la cabeza contra la pared, al poco rato quedó inconsciente.

Un chico de corta y rizada cabellera castaña lo miraba con pesar, poseía orejas y cola felina al igual que unas alas de un color azabache; se acercó a él conteniendo las lágrimas, por alguna extraña razón le dolía verlo de ese modo tan deplorable
-¿Por qué...? ¿Por qué me siento de este modo...? ¿Por qué me duele verte tan mal...?- suspiró y lo agarró en brazos, llevándolo a su habitación.

A la mañana siguiente el niño de ojos miel se levantó extrañado por estar en su cuarto

-¿Cómo he llegado...? Quizás alguien me trajo...- suspiró y se cambió de ropa. El felino que observaba todo desde cierta distancia, desvió la mirada con un leve rubor en sus mejillas
-¿Por qué me haces sentir tan extraño?- preguntó aún a sabiendas que el chico no le podía oír ni ver. El menor de ambos miró el pastillero, quería quitarse esos sentimientos amargos que tenía dentro de sí, más sabía que iría a vomitar las pastillas, se miró en un pequeño espejo y observó sus ojos: Estaban más muertos que cuando llegó por primera vez.

-Gracias...- murmuró el niño de ojos miel, se encontraba abrazando a su amigo de ojos dorados
-No es nada, para algo están los amigos y estás muy mal, chico- le dijo a su amigo, este sonrió levemente
-Lo sé... Pero todo lo que como o bebo, lo vomito... Ya no se que hacer...- el castaño con mechas anaranjadas suspiró y acarició la cabeza de su amigo hasta que quedó dormido.

El felino de corta cabellera rizada miraba al niño reposando en el sofá, se movía entre quejidos al tener una pesadilla. Su amigo se tuvo que ir a esconder de una serpiente que le habían mandado
-Para... Por favor...- se quejaba entre sueños, Hikaru se acercó a él con duda
-¿Cómo hago que estés bien...?- murmuró a su lado y comenzó a mirar sus labios, no lo entendía, pero de cierta forma le gustaba.

Acortó distancias entre los dos con apenas un roce de labios, pero eso bastó para que un tenue rubor apareciera en sus mejillas y acallara los quejidos del contrario. Sonrió al notar eso y se tumbó a su lado, abrazando con fuerza al contrario. Sus alas se aclararon levemente tras quedarse dormido.

El menor de ambos se despertó aterrado, no podía gritar, no podía llorar; el ángel tras darse cuenta de que despertó en medio de una pesadilla lo abrazó con fuerza, acariciando con suavidad su espalda.

El castaño se puso a llorar con su, destrozado, corazón en un puño, se abrazó con fuerza al felino y por  primera vez lloró, lloró hasta caer rendido, lloró liberando su garganta de la molestia, lloró mojando las prendas del felino, lloró como nunca antes había hecho, liberando así todo el dolor
-Gracias...- murmuró antes de caer dormido.

A la mañana siguiente, al despertar, se fue al baño a lavarse la cara y al mirar su reflejo notó por primera vez, al chico de cabellera rizada que le observaba con preocupación
-Hikaru...- murmuró inconsciente, eso sorprendió al otro -.Gracias... Gracias por abrazarme mientras dormía...- dijo con un leve rubor, el chico se dirigió hacia él y lo abrazó con fuerza
-Mío...- murmuró apretando el abrazo, había pasado por muchos ataques de celos en este tiempo. Ethan correspondió al abrazo, tranquilo
-Sólo tuyo...- murmuró acurrucado entre los brazos del chico, quien sonrió levemente restregando su cabeza contra él -.Me siento cansado y eso que acabo de despertar...- murmuró nuevamente
-Eso es porque no comes bien...- el más alto lo cogió en brazos con cuidado, notando la notable pérdida de peso y leve desnutrición que tenía -.Tranquilo... A partir de ahora yo te cuidaré- le dio un beso en la mejilla con cariño y lo llevó a la salita donde lo dejó, con mucho cuidado en el sofá.

¿Por qué lo trataba tan bien? No lo entendía, pero una parte de él no quería verlo tan mal, quería verlo feliz. Y debido a eso, se encontraba dándole tenues caricias en la cabeza a pesar de que se haya quedado dormido
-¿Cuánto tiempo llevas sin dormir bien...?- preguntó en un susurro observando las notables ojeras que tenía el chico
-Te quiero mucho...- murmuró dormido. Hikaru siguió acariciando su cabeza sin decir nada, se suponía que él debía hacer sufrir a los demás, que no tenía más sentimientos que el odio. Pero se sentía bien, el besarlo, el abrazarlo... Todo eso le hacía de cierto modo feliz -.Te quiero mucho Hikaru...- el mencionado sonrió con un leve rubor en sus mejillas
-Yo también te quiero...- dijo sin parar de darle caricias en la cabeza.

Su mano pasó de darle caricias en la cabeza a agarrar con suavidad su mano y observar las vendas de sus muñecas
-Por favor... No vuelvas a hacerte daño...- dijo y llevando la mano del chico hasta su boca, le dio un suave beso en la muñeca vendada.

 

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