XXXII

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Todo estaba muy oscuro, por suerte podía ver algo debido a un antiguo hechizo que me permitía iluminar levemente al mi alrededor.

Llevaba caminando un buen tiempo, sin embargo, no conseguía encontrar la salida ni conseguía poder ver el cielo.

¿Estaba techado? ¿Estaba en una cueva? No lo entendía, pero me dolían los pies, creo que sangraban.

¿Quién era yo? ¿Qué hago aquí? ¿Cómo puedo salir? Siento mi cuerpo cansado, siento que quiero descansar, ¿Está bien si lo hago?.

Un leve resplandor hizo que abriera mis ojos, una pequeña niña de cabellera dorada que recorría en cascada hasta mi cara; al estar echada hacia delante; me miraba con sus ojos blancos.

Intenté preguntar quién era ella, pero mi voz no salía y sólo quería descansar.

Cerré mis ojos nuevamente y por primera vez escuché mi voz al ser levantada del suelo.

Mi corazón bombeaba sangre con rapidez, abrí mis ojos para encontrarme con que la pequeña niña me había cogido en brazos.

Ante el cansancio no pude evitar cerrar mis ojos, tengo la leve esperanza que no será para siempre.

Sonreí levemente al notar que abrí mis ojos, que no había descansado para siempre.

Intenté hablar, pero mi voz no salía.

Me incorporé para empezar a caminar nuevamente, no sé dónde puede estar esa pequeña niña pero quiero salir de este lugar.

Caí al suelo derramando lágrimas y otro líquido que salía de mi cuerpo.

¿Dónde estoy? ¿Puedo salir de este lugar? Mi mente se nubla al igual que mi vista, pero no debo rendirme, debo seguir hacia delante.

Una pequeña brisa rozó mi cara y secó mis lágrimas.

Empecé a correr cayéndome varias veces al suelo, pero no me importaba, quería salir, estaba cerca de salir.

Podía ver una tenue luz, podía sentir una brisa fría chocar contra mi piel.

Caí, ¿Por qué...? ¿Por qué no puedo levantarme del suelo...?.

Me arrastré por el suelo.

El cielo parecía tan lejos, pero a la vez tan cerca, si pudiera seguir un poco más podría ver las estrellas, con tan sólo un poco podré ver las sombras que bailan a luz de Luna, tan sólo un poco más...

Solté un sollozo al notar lo que parecía ser hierba, lloré como un bebé recién nacido al notar que no me podía mover.

Miré por encima y sonreí entre el llanto al ver las estrellas en el firmamento.

Ya he visto las estrellas en el cielo, ya he tocado la hierba, ya puedo descansar un poco más.

Abrí mis ojos notando como todo mi cuerpo estaba lleno de vendajes, sonreí al notar la calidez de una manta que tapaba casi por completo, dejando sólo a la vista mi cabeza.

Una pequeña niña de cabellera verdosa que parecían ser echa de hojas y ojos blancos se acercó a mí, al parecer ella tampoco podía hablar.

Habían pasado meses, y por fin podía levantarme de la cama.

Con pasos torpes me dirigí hacia una cosa extraña en la pared.

Puse mis manos en la cosa extraña para no caerme, viendo lo que parecía ser mi reflejo.

Tenía piel pálida, ojeras, vendas, cabellera larga que me llegaba hasta debajo de la cadera, ojos que brillan.

¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Soy hombre o soy mujer? ¿Cuántos años tengo? ¿Cómo me llamo? ¿Tengo siquiera nombre? ¿Tengo familia? ¿Qué hacía en ese lugar?.

Me acerqué más a aquella cosa que reflejaba y me sorprendí al notar que mis ojos eran azules, eran tan azules como la noche e igual de oscuros.

De mi pelo no podía decir mucho, estaba sucio y no podía lavarlo porque me podría desmayar.

Creo que ya ha pasado un año, y aquellas preguntas no han sido respondidas.

Mi cabellera ha crecido y ya mismo llegará hasta mitad de los muslos.

Mi voz la escucho más a menudo, es aguda, así que supongo que aún soy menor.

Hoy ha venido una anciana, al verme sonrió.

Esa mujer me ha enseñado a hacer magia, sólo sabía utilizar la luz y algo la oscuridad al ser dos caras de la Luna.

Ha ocurrido algo malo, aquellos niños pequeños se están muriendo y no sé hacer nada.

"Pequeña" me llamó con voz dulce la anciana "Coge a la niña de luz en brazos y vete al Claro" asentí.

A la hora acordada llegó la anciana, apretaba a la niña entre mis brazos con fuerza al ver un arma afilada en sus manos.

Me ha hecho elegir, yo o la niña de ojos blancos y sin dudar he respondido que yo.

Me sorprendí al notar que en vez de cortar mi piel, cortó mi cabellera que se esparció por las aguas que brillaban con el amanecer.

Mi cabellera ahora caía hasta dos dedos por encima de de mis hombros.

Tras salir el Sol noté como su luz me envolvía y a la vez curaba a la niña de ojos blancos.

Mi cabellera se tiñó de los rayos del alba y mis ojos se aclararon hasta ser cristalinos como el agua en la que reflejaba.

La niña abrió los ojos, y ahora eran azabaches, más al observarla mejor tenían un brillo azul.

Azul noche, era el color de sus ojos, al igual que los míos antes.

"Ahora te llamarás Shera"

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