XXXVII

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Esto era demasiado, desde que se lo dijo a Diya le era más difícil de ocultarlo.

No era tonto, tampoco un tsundere como decían.

Sí, estaba enamorado de su gemela y sabía que ella de él.

¿Cuál es el problema entonces? Te preguntarás.

No es el tema del incesto, pues en su familia es algo... común, por así decirlo.

Tampoco era el hecho de que tenían tres años. Bueno quizás un poco sí.

Temía hacerse novio de ella y que en un futuro terminaran mal, temía que su gemela se alejase de él y lo dejara solito.

Tenía miedo, miedo de quedarse en soledad.

Miró la foto que le había hecho su prima pelirroja cuando estaba transformado en zorro.

Su pelaje era rojizo con blanco y en el lomo tenía dos manchas negras.

Suspiró.

¿Cómo seguiría con la escusa de que es porque es mitad demonio del infierno?.

Tenía miedo de morir en soledad, le aterraba morir en soledad.

¿Temer a la muerte? ¿Por qué? Si es algo que ocurre, es natural.

También tenía sus manos manchadas de sangre, nadie se mete con su hermana y sale vivo. No sabe de donde viene esa cosa.

Se sentía raro teniendo los cuernos de demonio en vez de sus orejas de zorro, pero si sacaba sus orejas se mantendrían gachas y no quería eso.

Cerró sus ojos por un momento, quería aclarar su mente.

Abrió sus ojos con cansancio, ¿Qué había pasado? ¿Otra vez había dormido en el suelo?.

Odiaba tener sus defensas tan bajas, se enfermaba demasiado fácil.

Su mente volvió al recuerdo de las manchas negras en su pelaje rojizo, ¿Qué haría si se extendían más?.

Negó con la cabeza, agradecía en este instante que no estuvieran aquellos de su familia que podían leer mentes o sería un gran problema.

Otro pensamiento surcó su mente.

Las auras.

¿Cómo haría para ocultar sus sentimientos ante los pececitos? No lo sabía, pero debía hacerlo.

-Hitotsu futatsu doko ni saku
Kodomo ga nemuru mado no shita
Awai tsuki yo no shiroi hana

Mittsu yottsu doko ni saku
Mama no kagami no fuchi kazari
Aoi chiisa na hana ga saku

Kazoe masyou
Kazoe masyou
Hana wo mitsuke te
Kazoe masyou

Nanatsu yattsu kazoe tara
Kodomo ga nemuru yume no naka

Mama ga age
Masyo hana taba wo
Mama ga age
Masyo hana taba wo- una chica de cabellera blanca cantaba esa canción en un susurro para él mientras le acariciaba la cabeza con suavidad, mentiría si dijera que no le gustaba ser mimado.

Se volvió a quedar dormido, esto era lo malo de que le acariciaran la cabeza.

Restregó sus ojos azules mirando a la pared, en realidad sólo veía pared tan sólo estaba adormilado.

Bostezó y se estiró aún mirando a la pared, más salió a buscar a su hermana mayor cuando vio a un chico que antes no estaba murmurando un débil «Lo siento».

Estaba aterrado, era la primera vez que tenía contacto con un fantasma y se había asustado de sobre manera.

Su hermana lo miraba con preocupación, nunca lo había visto llorar de esa manera y le partía el alma verlo así.

Le dio un beso en la frente y tras un rato consiguió tranquilizarlo.

La mayor de los hermanos miró a la puerta, encontrándose con el segundo mayor de los hermanos.

-¿Qué le ha pasado a Hibiki...?- preguntó con preocupación
-No lo sé... vino llorando aterrado...- abrazó más al niño con fuerza y le dio un beso en la cabeza
-Alice... Mira a Hibiki... Las puntas de su pelo están...- dijo entre tartamudeos con preocupación y asombro.

La mayor miró las puntas del cabello del niño y sus ojos se llenaron de lágrimas.

¿Por qué se estaba volviendo negro? Estaba con él y le había consolado.

-Mierda...- habló el castaño con un nudo en la garganta, no quería perder a su hermano menor
-Si le pasa lo que estamos pensando... ¿Cómo se lo diremos a Aiko? ¿Cómo le diremos a los más pequeños que...?- soltó un sollozo y abrazó más al infante
-Alice no llores... Por favor no llores... Esto también me afecta a mí... Pero debemos mantenernos firmes y pensar en positivo... Somos los mayores después de todo- la chica asintió abrazando más al infante.

¿A qué se debía esas manchas negras? ¿Por qué es tan peligroso? Supongo que te harás esas preguntas... Pero, habrá que mantener el secreto.

Sé bueno y mantén tu boca cerrada a la espera.

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