LIX

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Yandere

Estaba buscando a su novia por todos lados. Llevaba toda la mañana sin verla.

Rendido se fue al estudio, —o la sala de música como decía su primo Eli—, al escuchar el piano.

Al asomarse encontró a su querida novia. Intentaba tocar como lo hacía su gemela, aunque ella tuviera menos práctica.

—Tocas muy bien, Erin— la mencionada lo miró y le sonrió levemente.

—Gracias... Pero aún me falta mucho para tocar tan bien como Pear y el primo Hiro...— se acercó a la niña y la abrazó con cariño, dándole un besito en la mejilla.

—Yo creo que lograrás tocarlo tan bien o incluso más que el primo Hiro o papi— la niña le regaló una de esas sonrisas que tanto le gustaban junto con un suave «Gracias».

Lo malo de ser un demonio es que tenía que volver al infierno con sus padres y sus hermanos. Si fuera por él, se quedaría con Erin a vivir o dejaría que lo secuestrara y lo metiera en el armario como dijo muchas veces la rubia, inclusive antes de ser novios.

Después de mucho insistirle a sus padres le dejaron ir con Akane, —su hermana mayor de trece años y se podría decir que la más responsable de los mayores junto con su primo Hiromi—, al parque cerca de donde viven sus primos aunque no fuese fin de semana.

Al llegar se encontró con Erin y una niña un poco más alta que ella empujándola e insultándola. Pear, —la gemela de Erin—, estaba jugando en otra parte por suerte.

—¿En serio no vas a hacer nada? Te tendrían que haber abortado junto con tu hermana— escuchó decir a la niña.

Iba a acercarse a meterle un empujón y asustarla con fuego, pues nadie se metía con su Erin.

—¿Por qué no cierras la puta boca de una vez?— el lenguaje vulgar sorprendió a la niña, pero no a él, ya estaba acostumbrado y eso que intentaba hacer que no dijeras esas palabras feas.

—¿Qué...?— la morena se sintió confundida ante el cambio de actitud de la rubia.

—¿Acaso a parte de tonta, estás sorda? Te he dicho que cierres la puta boca de una vez. Si no tienes tu estúpida cabeza contra el suelo es porque me regañarían, no como a ti que crees que puedes hacer lo que te de la puta gana— no podía ver los ojos de su novia en ese instante al estar ella de espalda, pero estaba seguro que el azul de sus ojos se había vuelto más profundo y grisáceo junto con algunos toques dorados. Siempre que se enfadada era igual —.Si creías eso estabas muy equivocada, si crees que no me voy a defender te equivocas. Te has equivocado de gemela— la niña retrocedió al ver como varios cristales afilados eran apuntados hacia ella.

—Preciosa, tranquila— le dijo acercándose. La rubia se dio la vuelta deshaciendo los cristales, tenía un puchero en su cara, y aunque no se comparaba con su sonrisa, seguía estando preciosa a sus ojos.

—Ella empezó, yo sólo me defendí— objetó aún con el puchero.

La morena, —que aún tenía el suficiente valor para meterse con la rubia—, empujó a Erin tirándola al suelo y se acercó a él abrazándolo y dándole un besito en la boquita. Mala idea si te acababa de amenazar con clavarte sus cristales.

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