Capítulo: 22 "Preocupación"

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A la mañana siguiente, un hombre vestido de rojo con negro regresaba a su departamento, su semblante serio y su mirada sombría, camino en silencio para no despertar al hombre que dormía en su habitación, en su cama.

Era muy temprano, las cinco de la mañana, la luz del sol apenas se dejaba ver por encima de las montañas, la luna menguante todavía permanecía recia a irse; el joven se encamino a la cocina por un vaso de agua, su garganta estaba un poco seca, se sirvió un vaso de agua fría que había en el refrigerador; sin animo se dirigió al baño, abrió el grifo y se mojó el rosto, gotitas trasparentes escurrieron por su rostro, sus mejillas y sus labios, su cabello como la brea se humedeció levemente.

Al ver su reflejo por el espejo que estaba en la pared enfrente a él, vio su mirada, esa mirada oscura, esos ojos que han visto la muerte, que han jugado con ella, esos que la han convocado.

Sus manos se cerraron en un puño, sus uñas se incrustaron en su palma, sus nudillos palidecieron, sus venas de las muñecas se sobresaltaron, como odiaba esto, desde que se lo impusieron en su infancia hasta ahora, no le dejaban en paz, libre. Suspiro hondo y prendió su celular.

Salió del baño y se dirigió a su recamará, ahora más que nunca deseaba el calor de su amado, estar entre sus brazos, oír su voz, probar sus dulces labios, acariciar su suave piel y olfatear su negro cabello.

Sin embargo, al abrir la puerta, la cama estaba vacía, las sabanas y almohadas acomodadas y frías, sin rastro de alguien.

Alarmado vio su celular, lo desbloqueo y notó que había diez llamadas perdidas de Xie Lian, un mensaje de voz, de inmediato lo abrió.

-Qing Xuan no me responde, estoy me preocupado por él, iré a la mansión Shi, trataré de no tardar, no te preocupes. – La voz se escuchaba preocupada, incluso al punto de escucharse asustada. El joven frunció el ceño, el mensaje fue hace horas, al igual que la última llamada. Por lo que eso no significaba nada bueno. Le marco varias veces, pero este no le contestaba.

Sin tiempo que perder, llamo a su amigo, a los segundos, respondió con un "¿Qué?".

-¿Dónde está la mansión Shi? – Preguntó con voz seria y cortante.

-No me digas, ¿Xie Lian fue a buscar a Qing Xuan? él tampoco me contesta, vamos juntos, en unos cinco minutos estoy allá. – Contestó de igual forma.

-Ok, apúrate, que esto es tú maldito problema.

-Técnicamente no del todo. – Corto la llamada y se fue al estacionamiento, se subió a su auto y condujo a una velocidad que ponía en riesgo su vida y la de las demás personas, cruzándose altos y semáforos en rojos, ignorando romper la ley vehicular y la seguridad de los demás, de gente inocente que ni debe, ni teme; pero por una extraña razón no podía pensar detalladamente, el solo saber que ese loco podría lastimar a Qing Xuan y arruinar su plan, lo hacía enfurecer, su raciocinio se estaba afectando por sentimentalismos innecesarios, esos que nunca los aceptaba y les daba la espalda, pues así fue educado desde la niñez.

A los cinco minutos, la camioneta de color negro se estaciono en la entrada del departamento de Hua Cheng, este al verlo, abrió la puerta del copiloto y entro.

-¿Está lejos? – Preguntó sin mirarlo, solo observaba por la ventana.

-Algo, pero si vamos rápido, reduciré la mitad del tiempo. – Dijo sin voltear, de inmediato piso el acelerador, el motor rugió y las llantas chillaron, el automóvil se perdió en las calles, alejándose, perdiéndose de vista, fusionándose con los colores anaranjados y rosados del amanecer.

Las calles estaban casi desoladas, con escaso movimiento, el viento entrando por la ventana, golpeándolos en el rostro.

Después de veinte y cuatro minutos el celular de Hua Cheng vibro, de inmediato atendió la llamada. Del otro lado del aparato, una voz suave y calma se escuchó.

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