Capítulo: 11 "Hamburguesas"

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México, hace 12 años

Los días habían transcurrido como siempre, la misma aburrida y cansada rutina, Jiang WanYin todavía tenía la cicatriz fresca de la herida causada por la señora de la iglesia, sin embargo, parecía no importarle, esa esa noche la encargada los regañó en vez de curarlos, fue María la que se ofreció para lavar la herida y untarle una pomada vieja que tenían en su vació botiquín de primeros auxilios.

Qinghua también colaboró en apoyarlo, ambos niños fueron muy atentos, además Ying logró escabullirse en la noche y robar un pedazo de pan duro de la alacena, ya que los tres niños se habían quedado sin comer, pues no habían recaudado la cantidad de dinero mínimo.

Los tres chicos se levantaron y se lavaron la cara y los brazos, últimamente los días se habían vuelto muy calurosos, las noches a veces un poco frescas, pero aun así sudaban cuando se iban a dormir.

La primavera estaba en su apogeo, el verano amenazaba con su llegada, el cual muchos lo recibían felices y otros le huían.

Para ellos, unos niños de escasos recursos odiaban tanto el frío como el calor, pues cuando era invierno sus ropas eran viejas y rotas, suéteres deshilados que no los cubría del todo, por lo que la mayoría del tiempo pasaban frio y en cuando era verano, los calores eran extremosos, el sudor los rozaba y se cubrían de salpullido, incluso en unas cuantas ocasiones no tuvieron agua durante tres semanas, a lo que no pudieron refrescarse ni asearse en pleno verano, tampoco contaban con un ventilador y mucho menos refrigeración. Así que para ellos era como estar en el infierno.

-¿Y si vamos a caminar por el barrio de ricos? – Preguntó Qinghua con su singular sonrisa y un leve brillo en sus ojos.

-Bueno, tal vez nos den más dinero allí. – Contestó WanYin quien terminaba de amarrarse su cabello en una coleta, los demás chicos los molestaban por tener el cabello largo, pero a WanYin no le gustaba tener una maquina o tijeras cerca de su nuca, lo ponía nervioso y lo estresaba, a Qinghua le daba miedo que por accidente le cortarán una oreja, además le quedaba bien el cabello largo.

Ying tenía su larga cabellera, no le importaba que los demás le dijeran de cosas, pues no le molestaba en tenerlo así, y no veía la pena cortarlo, ya que volvería a crecer.

Los niños desayunaron unas tortillas con sal, ya que no había mucho en la cocina, y lo poco de comida fue para la señorita Rocío y para su invitado, un hombre de cuarenta y tantos años, de barba de chivo y cejas pobladas.

Los tres se encaminaron por las calles, adentrándose a las plazas comerciales, los automóviles transitaban de un lado a otro, inundando las calles de asbesto, el ruido hacía eco y las luces destellaban sincronizadamente.

Cada conductor aislado en su mundo metálico, ignorando a su alrededor, el paisaje natural transformándose en artificial, incluso las aves emigraban a las plazas para refrescarse con el aire acondicionado.

Los tres niños continuaron su andar bajo el intenso sol, se acercaron a la puerta de cristal que se abría y se cerraba por si sola cuando había cierta presión en el suelo.

Los menores se sentaron en la entrada y se dispusieron a levantar la mano a cada persona que pasaba.

-¿Nos dan un moneda por favor? No tenemos para comer. – Dijo Qinghua a una mujer regordeta, sus labios rojos cereza y su ropa de alta calidad, portaba colleres brillantes cual perlas y lentes oscuros de porcelana. Aquella mujer ni siquiera le dio una mirada, simplemente se alejó y entró a la plaza comercial.

-Se veía que tenía dinero ¿Qué le costaba darnos unos cuantos centavos? – Preguntó Wei Ying quien se cruzaba de brazos y fruncía el ceño con cierta molestia.

PASIÓN, AMOR Y DESEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora