Capítulo: 29 "Latigazo"

176 24 1
                                    

México, hace 10 años

Desde la mañana todo estaba en caos, los sirvientes corrían de un lado al otro, limpiando y acomodando, que todo quedará en completo orden y reluciendo de limpio.

Samuel no pudo dormir en toda la noche, la preocupación lo carcomía, sus manos no habían dejado de temblar, tenía miedo que la puerta de la entrada fuese abierta y viera entrar a ese par de hermanos que le hacían la vida imposible.

Desde que se fue el hijo mayor, pudo relajarse un poco, ya que Rex no era tan malo con él, lo molestaba, mucho, pero no era tan despiadado como el Señor; sus sobrinos estaban locos, enfermos, la moral no estaba en sus vocabularios ni en sus vidas.

Por lo que no le temían a nada y ni nadie, ellos se creían los dueños del mundo, haciendo y deshaciendo a su antojo, matando, violando, secuestrando y engallando a inocentes, parecía que no podían generar sentimientos, ni empatía, como si no fueran humanos, sin emociones.

Desde que vio el sol saliendo por las montañas, se levantó de la cama y se adentró al cuarto de baño, tal vez el sentir el agua recorriendo su cuerpo podría encontrar un poco de calma, sus nervios lo estaban volviendo paranoico.

Tomo un largo baño, esperando poder controlar su mente y corazón, no quería parece un cobarde a la vista de todos, por lo menos debía aparentar ser alguien fuerte, hijo del Patrón, hermano del Rey de los Cielos, aún tenía su posición, un simple título invisible que pasaban pisoteándolo.

Pasaron las horas, el desayuno sería servido, sin embargo, no tenía apetito, por lo que decidió salir a caminar por los jardines, los cuales como siempre estaban siendo vigilados, incluso él, bajo una constante y estricta vigilancia, temiendo que huyera o hiciera algo estúpido, desde pequeño le desagrado vivir allí, pero no tenía alternativa.

Al andar paseando, observó cómo Max y sus hombres llevaban a los secuestrados al burdel que estaba situado entre las montañas, a las afueras de la hacienda.

Mujeres jóvenes y de buen ver, dos niñas pequeñas, chicos jóvenes de apariencia delicada o muy apuestos, criaturas hermosas que serían sacrificadas, sus vidas nunca volverían hacer como antes; sus pasos se detuvieron cuando una voz familiar llegó a sus oídos.

-¡Doctor Samuel! ¡Ayúdenos! ¡Sálvenos! – Gritó Cinthya mientras forcejaba, sus hermanos intentaron callarla, ya que no tenían esperanzas en que ese hombre los ayudaría de verdad.

La joven iba hacer castigada por tal insolencia, le enseñarían a mantener la boca cerrada mediante el látigo, flagelarla hasta que quedará inconsciente, de todas formas, parecía que tenía una enorme fuerza de voluntad, por lo cual debían quebrarla para evitarse futuros problemas.

El hombre alzó el látigo al aire, listo para amedrentarla, María al ver que su hermana sería tortura de inmediato se interpuso en medio, dispuesta a recibir el castigo por ella, o por lo menos compartirlo y fuera menor para la más joven.

Los chicos al ver lo sucedido quisieron ayudar, pero fueron retenidos por los hombres, sin duda alguna; aquellas niñas serían golpeadas has al punto de quiebre, heridas de gravedad.

María cerró los ojos con fuerza, abrazando a la pequeña Ximena entre sus brazos y cubriéndola con su cuerpo delgado, decidida a soportar el dolor del látigo, pero en vez de eso, ellas fueron empujadas a otro lado con fuera, ambas cayendo al suelo en un golpe sordo.

Sin embargo, el sonido del látigo estrellándose contra la carne resonó en sus oídos, Max estaba un poco distraído, enfocándose más en retener a los mocosos revoltosos, pero el quejido seguido del latigazo le provocó que su respiración se volviera temblorosa, un sudor frío recorrió por su frente y sus manos, al ver a un hombre familiar arrodillado junto a uno de sus hombres, por su frente corría un líquido rojo, su corazón se detuvo, retomando sus latidos con rapidez, de inmediato corrió hacia él con una expresión de pánico.

PASIÓN, AMOR Y DESEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora