Capítulo: 1 "Un día como otros"

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¡¡¡Feliz día de San Valentin!!!

Les deseó amor y amistas en sus vidas. 

México, hace 12 años

El sol comenzó a salir por las montañas, su luz dorada alumbró las nubes, despidiendo a la luna en compañía de las estrellas, los gallos comenzaron a cantar al nuevo día, despertando a los menores que se arremolinan entre ellos en las escasas y oxidadas camas; haciéndolas crujir al leve movimiento.

Los niños se levantaron y se vistieron, fueron corriendo al baño comunal y se lavaron la cara, las manos y brazos, listos para comenzar su rutina del día, los niños en la habitación de los niños y las niñas en la habitación de las niñas.

Una señora regordeta, de semblante frío y rasgos toscos se adentró a las habitaciones, en su mano sostenía un tarugo de madera delgada y larga, la vara de autocorrección; pero conocida también como la vara del dolor, ya que quien fuera sentenciado a su azote la sangre correría.

La mujer inspeccionaba que nadie se quedará en cama, pues todos tenían deberes, responsabilidades con los demás, la comida no se haría por arte de magia.

Las niñas con suficiente edad eran asignadas a la cocina, al lavado de ropas, la costura, al cuidado de los más pequeños y a la venta de productos que ellas mismas elaboraban con paja y hojas de palma seca; mientras que los niños eran puestos a trabajar en las calles, a la limpieza de los animales y del instituto. Por desgracia la educación que recibían era mínima y básica, solo les enseñaban a leer, escribir y las operaciones básicas por una mujer que odiaba dar clases en ese pobre y humilde orfanato olvidado por el gobierno.

Los niños corrían de un lado a otro, las niñas fueron al gallinero a recolectar los huevos del desayuno, otras a cortar los nopales, otras a limpiar el comedor, debido a que las ratas acostumbraban a defecar en ella y las ultimas alimentaban y cambiaban a los bebés que habían despertado.

-Tengo mucha hambre. – Mencionó el menor mientras tendía las camas y acomodaba los rotos y desgastados muebles.

-Yo igual, pero al saber que vamos a comer se me va el apetito. – Respondió el niño mientras ordenaba las sabanas agujereadas de las camas, su rostro adorable pero su voz firme.

-Losé, nopales con huevo y café negro. – Siempre comemos eso todo el año, acepción de los días festivos o cuando el gobierno se acuerda de nosotros y nos manda algunas despensas.

-Prefiero los frijoles, ya me dio ganas de vomitar con tan solo imaginar los nopales babosos. – Comentó mientras hacía una mueca de asco con su boca.

-No es para tanto, que tal si después de desayunar vamos a la calle que está cerca del restaurante de ricos, ahí la basura sabe buena. – Mencionó el joven mientras sonreía con dulzura, ambos tenían siete años, ya llevaban viviendo tres años en ese lugar.

-Me parece buena idea. Pero esta vez me dejas echar un vistazo antes de que te metas a la boca lo que te encuentras tirado, a veces le ponen jabón a la comida.

-Sí, gracias por preocuparte por mí. – Dijo el menor mientras suspiraba y miraba al suelo.

-No hay de que, eres mi único amigo, y no me gustaría verte enfermo, tu sabes que enfermarte aquí es la muerta segura.

-Lose WanYin. – Contestó el menor mientras lo abrazaba con ternura.

-Bien Qinghua. – El contrario solo se dejó abrazar y continuaron con sus tareas.

Después de una hora, el desayuno estaba en la mesa, los niños parados firmes en orden, esperando la aceptación de la encargada de su cuidado, la señora Rocío Inés, que con vara en mano paseaba supervisando todo.

PASIÓN, AMOR Y DESEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora