#8 Parte

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Mientras Caín estaba en la habitación de al lado, acostado sobre la cama, mirando el techo. Su expresión era seria pero podía notarse que estaba molesto, su gesto no decía nada pero su mirada lo delataba. Pensando fastidiosamente sobre la discusión con Graham, no sólo física, sino también la verbal. Pues él había dicho algo que realmente le había fastidiado y jodido, tan molesto que ahora Caín quería desquitar esa furia con algo, cualquier cosa, toda la molestia que tenia dentro. No importaba que fuera, sólo quería tomar algo, desgajarlo y destrozarlo hasta que no quedara rastro, pero no había mucho que destrozar, pues las almohadas y parte del colchón ya estaban hechos pedazos... incluso la puerta ya estaba en su gran mayoría dañada, pero sus deseos de seguir rebanando cosas con sus afiladas garras aún no desaparecían... Quería algo que fuera suave y liso, sin problemas de que se fuese a quedar entre sus garras...

  Mirándose las manos con esas obscuras garras, pensando en si volver a afilarlas o cortarlas para poder afilarlas mejor, lo interesante era encontrar con que sacarles el filo, pero la respuesta a ese problema era fácil, pues su objetivo se encontraba durmiendo a un par de metros de donde estaba ahora. Fastidiado se levantó de la cama y abrió la deteriorada puerta para salir de la habitación, o lo que quedaba de ella.  Echó una mirada notando que todo estaba apagado, no había ninguna luz encendida y la única que aluzaba era la luna que se colaba por la ventana.

  Caminó hasta la habitación de Coraline y se quedó unos momentos de pie frente a la puerta, chascándose los dedos y se decidió por abrir la puerta. Se dirigió a donde la chica dormía, cubierta hasta el cuello, la miró unos cortos instantes para luego tomarla del hombro y girarle de forma brusca a manera que su espalda quedara totalmente sobre el colchón. Coraline despertó al instante, mirándole perpleja sin parpadear, con un grito mudo sobre su garganta que no logró salir y le quemaba.

Caín le miraba con esa expresión tan fría que le caracterizaba mientras estaba sobre ella y Coraline mirándole asustada -se podía apreciar cómo temblaba del miedo- preguntándose cuál era el motivo del que él estuviese allí ahora. Éste llevó su mano hasta el cuello de ella y lo sostuvo por unos instantes en lo que Coraline se le fue el alma en un suspiro, pero luego pasó sus afiladas garras por su piel hasta llegar a la camisa y romperla de un tajo.

–No hagas nada si no quieres que a tu lobito le pase algo. – le susurró con esa voz tosca entre murmullos al oído, Coraline cerró los ojos con fuerza y apretó aún más sus manos mientras todo su cuerpo estaba totalmente tenso -no era necesario decirlo pues se notaba con facilidad- mientras el azabache sostuvo el rostro de ésta que se negaba a voltear a verle. – ¡Mírame! – le exigió. La chica, temerosa, con lagrimas corriendo por sus mejillas, abrió sus ojos obscuros y busco a los azules para verle –Buena gatita...– añadió mientras soltó su rostro y comenzó a besarle...                                                                                                                                                                 

Coraline estaba tiesa, no podía mover ningún musculo por temor, lo único que podía hacer era estar quieta y llorar en silencio mientras sentía como él acariciaba su cuerpo y besaba bruscamente sus labios provocando aún más dolor al estar abiertos por el golpe que recibió de Graham. Sólo gritándose a sí misma mientras no paraban de correr lagrimas silenciosa por sus ojos y rostro. Pidiendo a gritos que Jaque le salvara, pero sabía que sus suplicas eran inútiles. Caín se percató de aquello desde un principio pero realmente no le interesaba lo que a ella le pasara.

  La chica seguía con sus ojos cerrados tan fuerte que pareciera no querer abrirlos jamás, sintiendo como esas garras pasaban por su cuerpo y algunas veces le arañaban, junto con el dolor en su boca, pero eso no se comparaba al dolor tan amargo que ahora sentía en su pecho tan asfixiante que le pesaba tanto.  Siguió así unos momentos más hasta que ella reaccionó al sentir como éste deslizaba su mano por debajo del pijama, la chica le detuvo con ambas manos al instante. El licano le miró incrédulo, esperando que le soltase pero la castaña se negaba, negaba rotundamente con la cabeza. Pidiéndole a gritos inaudibles que se detuviera. El ojiazul la miró y soltó ese gruñido de enfado y fastidio común de cuando se molestaba. Coraline le miraba con los ojos inundados en lágrimas y sostenía su mano aún con un poco de fuerza, él se retiró dándole un último beso, un poco diferente a los demás, se levantó de la cama dándole la espalda y salir del cuarto.

Protegerla de mí...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora