#25 última Parte

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Salieron de la habitación, cerrando la puerta detrás de ellos y rápidamente Jaque llamó al hospital. Debatió unos minutos con el hombre al otro lado de la bocina y Gourde se encontraba en la cocina, preparando algo para cenar. Jaque había insistido en que se quedara sentado, pero el hombre solamente buscaba platos y vasos, junto a una jarra para preparar un poco de té.   Al final el licáno logró que le abrieran un espacio por la mañana. Pues todo lo demás estaba ocupado, lo único que lo mantuvo un poco cuerdo fue el que le dijeron que mantuviera al niño bebiendo líquidos y que intentara probar algún alimento sin mucha grasa. Quizá frutas.

Se sentó en el sofá y descansó su cabeza echándola hacia atrás. ¿Qué le diría a Coraline? ¿Qué había provocado el dormirla en un momento de crisis en el cuál él no estaba muy seguro de que hacer? Gourde le llamó desde la cocina y el azabache recordó que tenía visita. Se levantó para auxiliar al viejo que ya había puesto sobre la mesa una sopa de espagueti y una jarra con bolsitas de té en su interior. El ojiazul se preguntó cuánto tiempo había durado pensando en la sala como para que el hombre hubiera preparado el espagueti. Pero el hombre le dijo que en realidad había comprado el alimento ya preparado, sólo lo había puesto en el microondas y preparado el Té. Comieron en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Jaque con el qué hacer para Aley y el abogado en intentar convencerse que sólo había sido una mala jugada de su vista el ver un par de garras. 

    Poco después el hombre se retiró y el licáno rebuscó en el frigorífico alguna fruta, encontrando una manzana verde. La lavó y picó en pequeños pedacitos para llevarlas al pequeño que dormía al lado de su madre.

Poco después de despertarle, le pidió que comiera pero se negaba, pues decía que tenía dolor en todo el cuerpo. El azabache le pidió que bebiera un poco más del liquido rojizo que le había dado antes y el niño lo aceptó. Remojó un poco el trapo y volvió a recostar al pequeño, quien gimió y se encorvó por el dolor que le producía. Por un momento el chico pensó en meter al niño en la bañera con agua tibia, pero descartó la idea al recordar que su temperatura era diferente a la del niño y cuando a él algo se le hacía tibio, para Coraline y su niño era caliente. Suspiró frustrado, siquiera en ese momento sabía si el niño tenía fiebre, pues para él tenía una temperatura normal. Se sintió aun más idiota al colocar su mano en la frente del pequeño y darse cuenta que a comparación de él, el niño tenía una temperatura menor, tuvo los impulsos de golpearse a sí mismo al olvidar ese pequeño detalle un poco obvio. Se quedó unos momentos allí, mirando al pequeño cuando éste volvió a retorcerse y Jaque le acercó rápidamente el bote de basura, donde el niño volvió a devolver el poco líquido que había ingerido.

Lo levantó con cuidado en brazos y lo llevó hasta el baño, donde el pequeño se enjuagó la boca del sabor ácido que se le había quedado. El niño quería ver una película, pero no estaba en la mejor condición. Jaque no quiso negarle ese pequeño deseo al pequeño y lo llevó junto con él a la sala. Recostó al niño en el sofá y él se sentó en un sillón individual. Tomó en manos el control del aparato y lo encendió, donde buscó en los canales una película que el pequeño quisiera ver. Se detuvo en una película infantil. El niño repetía algunos diálogos de la película, cómo solía hacer, pero se veía cansado y tenía unas ojeras que atormentaban sus ojos azulados. Lo mejor era que durmiera.

–Jaque ¿Por qué estás tan lejos? –preguntó el pequeño, seguido de un bostezo, al comparar que su madre siempre se acostaba con él para ver una película. –Oye, ven y siéntate aquí– palmeó el lugar a su lado. Pues el ver una película sin alguien que le acompañara le hacía sentir solo. Jaque quiso levantarse y acompañar al pequeño, pero se detuvo.

–No puedo. –le dijo con disgusto al no poder ir y cumplir un pequeño deseo como ese. El niño casi nunca le pedía nada y aún así él no podía ir a donde éste. El niño hizo un berrinche, que le hizo recordar al licáno cuando Coraline los hacía. Tenían el mismo gesto. Ambos juntaban las cejas y entrecerraban los ojos, inflando las mejillas y achatando la nariz. –Si voy, probablemente tu temperatura se eleve y no será bueno. –se sintió un poco tonto al ver la cara del niño, donde claramente le expresaba que no le había entendido ni un comino de lo que había dicho. –Aley está enfermo y si me pongo a tu lado, te sentirás malito– intentó explicarle. No era común que él y el niño tuvieran una plática sin que Coraline estuviera presente. Eso hacía sentir un poco extraño al ojiazul.

Protegerla de mí...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora