#23 Parte

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La madre miraba a su hijo que hablaba emocionado con su pequeña compañía, ¿Cómo se sentiría el niño sin alguien de su edad que jugase con él? quizá solo. Coraline sabía cómo era ese sentimiento y sabía que su hijo estaba cursando por esa etapa. Se había dado cuenta que el niño muchas veces también se y necio por las noches y se quedaba mirando el cielo nocturno con suspiros largos. Una actitud poco común en un niño de su edad. Sólo cuando estaba entretenido dejaba esas actitudes de lado. Se enojaba con un poco más de facilidad y tenía mucha más energía cuando jugaba.

   Pronto sus pensamientos fueron interrumpidos por un peculiar hombre con bermudas y una camiseta floreada. La chica nunca esperó ver vestido al Sr. Gourde, quien siempre iba de traje, de esa manera. Se quedaron platicando un largo rato, mientras Jaque se preocupaba en no descuidarse, pues la luna estaba cerca y no le era muy atractiva la idea de sacar las garras en un lugar lleno de gente.

Siguieron platicando durante un largo rato, Coraline tomaba la mano de su esposo para tranquilizarlo, y él respondió con un ligero apretón. El azabache no podía evitar el mirar el anillo que posaba sobre su mano y tener un cálido sentimiento al saber que tal objeto hacía juego con el que él poseía. Cada vez que miraba las argollas, no podía evitar el recordar la historia, que le contó la castaña, de cómo el padre de la chica le había pedido matrimonio a su madre. Tampoco podía evitar el hacer comparación de cómo lo hizo él por primera vez, aunque probablemente aquella vez contó más como pedirle un noviazgo a la chica -Cuando estaban en el parque, después de la pelea callejera donde habían ido a parar, y él había puesto el anillo en la mano correcta-. Desde ese momento el azabache intentó tomar el coraje suficiente para pedírselo, pero se quedó callado. Al igual que muchas veces anteriores donde prefirió guardar silencio.

–Jaque–le llamó la castaña, haciéndole volver de su transe. –Las garras–le susurró, el ojiazul miró sobre la mesa, buscando sus manos y percatándose que estaban debajo de ésta. Se sintió un poco aliviado al no tenerlas sobre la madera. De forma discreta miró sus manos y en efecto, tenía las garras de fuera. Rápidamente las contrajo y la castaña se estremeció al ver tal cosa. Nunca se acostumbraría a eso.

– ¿Sucede algo? – preguntó el hombre frente a ellos con voz gruesa. La pareja levantó la mirada y negaron en sincronía. –Bien...–levantó la mano y rápidamente un joven se acercó con una libreta en manos.

El chico no pudo evitar el mirar a Coraline, la cual estaba sumida en el salero que en ese momento le parecía demasiado interesante, Quizá intentando sacar de su cabeza la imagen de momentos antes de las garras de jaque, y el azabache le pasó el brazo por los hombros a la chica y colocar sobre la mesa su mano libre, dejando a la vista el anillo de compromiso. El chico se volvió a girar al hombre que le llamó y éste último pidió tres cervezas. Tiempo después se las trajeron y siguieron con la plática. El licáno tomó el licor sobre la mesa y le dio un trago a su vaso, obteniendo la atención de la chica.

– ¿Desde cuándo bebes? –preguntó curiosa. Él le miró de reojo, claramente desinteresado en responder lo que le habían preguntado.

– ¿Qué obtendré a cambio de responder? –La chica le sonrió, recordando algo.

– ¿Ya aprendiste que tienes que preguntar eso antes de responder? –dijo divertida, obteniendo esa sonrisa común en el azabache amargado. Un tema de conversación que al parecer sólo ellos dos entendían, pues el hombre canoso frente a ellos había perdido el hilo a la plática.

Se pasaron platicando durante un largo rato, donde Caín se bebió el vaso que le habían traído a la castaña, pues ella prefirió pedir un jugo de naranja. Aunque a la chica no le agradaba el que el licáno bebiera, pero después de ese vaso, él, no volvió a pedir licor. Sabía que necesitaría más que dos simples vasos de cerveza para entrar siquiera en un ligero mareo, pero simplemente el beber no era uno de sus pasatiempos. El Sr. Gourde también había dejado de beber, pues según él, para su edad, no era bueno sobrepasar mucho con la bebida. Siguieron su plática, donde a cada cierto tiempo la chica se giraba para buscar a su hijo con la mirada, donde lo encontraba en el mismo lugar en compañía de la niña escarbando en la arena. Iría al lado de su hijo a jugar un rato, pero prefirió que se quedara un momento más en compañía de alguien cercano a su edad.

Protegerla de mí...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora