Eric McGraw lo tiene todo, una carrera exitosa, dinero, y un legado de estrechas relaciones con el narcotrafico.
Jesse Rogers, es el detective a cargo del caso, recién salido de la academia vive con un solo objetivo en mente: limpiar el nombre...
Vladimir Romanovich Vólkov llevaba meses esperando ese día.
Sabía que llegaría desde la mañana en la que vio los hombros de su nieto tensarse al verlo.
La manera en que le sostuvo la mirada por primera vez en meses lo decía todo.
El legado debía seguir.
Sirvió otro vaso de Vodka y esperó llevándose un puro a la boca.
La puerta se abrió y ahí estaba su chico, de pie, la mirada seria y atenta a cada movimiento que hiciera.
Su orgullo.
Vlad, volvió a servirse otro trago ignorando a su nieto mientras este se acercaba cauteloso con una de sus manos oculta.
Él hombre sonrió sin gracia perfilando sus dientes enchapados con su lengua seca antes de abrir el cajón de su escritorio y sacar de él una Glock Dorada con el emblema de la familia, la apoyó sobre la mesa y la empujó ligeramente en dirección del recién llegado.
-Vete al infierno, hijo-Le dijo con una nota de cariño en la voz.
El muchacho le sonrió compartiendo el sentimiento por un segundo.
-Te veré allí.-Dijo.
Dejó una rosa roja sobre el escritorio a modo de ofrenda.
Tomó el arma, la apuntó a la cabeza de su abuelo y jaló el gatillo.
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