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CAPÍTULO 30

—¿Quién carajos hizo eso? —Eric tenía  las manos en el rostro, presionando sobre sus cuencas como si eso pudiera aliviarlo  del estrés

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—¿Quién carajos hizo eso? —Eric tenía  las manos en el rostro, presionando sobre sus cuencas como si eso pudiera aliviarlo  del estrés. Dios iba a estallarle la cabeza ¿Quién demonios  había hecho semejante estupidez a su nombre?—quiero su cabeza, no me importa quien haya sido. ¡Quiero su jodida cabeza!

Oliver lo observó incómodo desde el espejo del retrovisor mientras conducía —¡Oliver!

— Fiodor. —Soltó Oliver girando en una de las esquinas.

No era cierto.

—Maldito crío imbécil. —Eric gruñó cerrando los ojos y al abrirlos los concentró en el chofer.

—¿Tu lo sabias?

—No señor.

—¿¡y como carajo sabes que fue él!?

—Roman fue el primero en enterarse. Cuando me lo informó fui a decírselo  pero usted… se encontraba ocupado con su esposo en los baños. No tuve oportunidad de advertirle.

Jesse y los baños…El no había planeado eso.  El no hacía  cosas sin planificación, pero desde que el poli llegó a su  vida de improviso, todo se volvió una maldita secuencia sin fin de cosas sin sentido. Dios, maldito policía encantador. Eric maldijo sobre su rubia y rizada cabeza  y toda su jodida existencia. ¿Por qué demonios era tan débil frente al poli bueno?

Alguien en la calle hizo un mal movimiento que obligó al chofer a frenarse de golpe haciendo que el coche se sacudiera violentamente.

—¡CARAJO! —Gritó Eric a rabiar. Un segundo pensamiento lo hizo volver a Oliver— ¿donde están?

No necesitó aclarar que se refería a Vania y a Lana.

Oliver lo sabía.

Una de las razones por las que solía mantener al hombre a su lado era  porque Oliver siempre sabía estar  un paso por delante de sus necesidades.

—Seguros. —Eric le mantuvo la mirada  al guardaespaldas escrutando su rostro con ojos  aguzados  y asintió luego de confiar  en su palabra.

Si había  una sola persona en la que Eric confiaba sobre si mismo era en el guardaespaldas que lo había cuidado desde que tenía memoria.

—¡MIERDA! —volvió a gruñir frustrado golpeando con sus puños en sus muslos. Oliver fingió  que lo ignoraba mientras Eric maldecía, seguro de que si no estuviera encerrado en el coche el  pelilargo hubiera comenzado a arrojar  cosas.

Era raro verlo perder la cabeza, cuando lo hacía a Oliver le recordaba al pequeño niño que se arrojaba al suelo y tiraba de su cabello cuando le negaban algo. 

Fueron incontables las veces que tuvo  que cargarlo al hombro y darle una vuelta para se calmara  antes de que su abuelo lo descubriera siendo crío. Con los años la vida le había enseñado a guardarse las rabietas mientras se convertía en hombre, Oliver había apreciado de cerca la evolución de su carácter desde que el sr. Volkov le entregó la responsabilidad de cuidar a su pequeño nieto cuando el aún era un jovencito descarriado recién salido  de la ik-6.  Cuidar al pequeño heredero manteniéndose  objetivo habia sido una de las tareas más difíciles que había hecho en su vida, sin duda  habían roto algunas normas sobre cordialidad empleado-patrón a lo largo de los años, resultaba imposible que no se tomara ciertas atribuciones cuando se trataba de el niño que habían entregado en sus brazos de bebé. Muestra de ese exceso de confianza mutua  era el hecho de que Eric se mostrara vulnerable ante él y Oliver lo respetaba regalándole  su discreción silenciosa.

El legado de Caín (GAY +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora