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Vania aterrizó del otro lado sobre las  puntas de sus pies, dejó que sus piernas se flexionaran para absorber el impacto hasta que su mano derecha adelantada hacia abajo toco el suelo y volvió a erguirse para salir corriendo todo lo rápido que sus piernas le permitieron.


Había aprendido a hacer Parkour luego de que su madre le hubiera comentado un día de pasada que su padre era bueno en eso. Habían estado viendo a unos chicos haciéndolo en Plaza Roja, Vania no recordaba que estaba haciendo allí, probablemente solo tomando un paseo, a su madre le gustaban los paseos y salir de compras, Vania siempre la acompañaba.


Se había acostumbrado a que su madre tuviera una ligera obsesión con eso de mantenerlo bajo su radar. Svetlana Voronin, era una madre sobreprotectora y dedicada a su único hijo.  Su madre lo llevaba de la mano por entonces como si temiera que en algún momento soltara acorrer y se alejara de ella. Vanian nunca habría hecho eso, pero tampoco se quejó, o manifestó alguna muestra de que le molestara ir de la mano de su madre.


Simplemente estaba acostumbrado a ello,  ni siquiera le sorprendió que aún le sujetara la mano cuando señaló al grupo de adolescente que se lucía dando volteretas y saltando. “Tu padre hacía 3 de esas vueltas seguidas”, le dijo señalando a uno de los chicos.


Vania tenía como 10 años por entonces y había insistido tanto  a su madre que Lana  lo había llevado a un gimnasio para que aprendiera, un gimnasio preparado, con instructor cualificado, donde había un equipo medico de emergencias a disposición y  donde todo era malditamente acolchado.


Nada tenía que ver con hacerlo en la vida real.


Vania observó sus palmas. Se veían rojas y raspadas.
Siguió corriendo hasta que consideró que estaba lo suficientemente lejos para que no lo detuvieran. Max había sonado lo suficientemente  alterado para que Vania por primera vez en su vida desobedeciera a su madre. Svetlana no solía negarle muchas cosas a su hijo, pero si lo hacía, Vania solía aceptar que era por una buena causa.


En esos momentos Vania pensaba que ir por Max era una buena causa.  Max le había dicho que lo necesitaba y que no podía llamar a nadie más,  necesitaba que “su príncipe lo rescatara" a Vania no le gustaba que lo llamara príncipe. Le había  quedado el mote luego de que el pequeño oyera a Eric llamándolo principito. Max no parecía entender que no era un buen mote,  que su padre se lo había dicho  casi como una burla refiriéndose a que era “demasiado mimado" pero a Max le encantó,  él  no podía ignorar la llamada de Max. Vamos.


El platinado  no era un erudito para el idioma pero habia entendido lo suficiente para que el pequeño le enviara su ubicación. La parte mala, era que la casa de su padre quedaba en uno de esos sitios donde solo había  manera  de entrar por tu propio coche. Vania tuvo que andar bastante hasta dar con un sitio residencial donde tomó un autobús al centro. Podía sentir su pulso acelerado por el nerviosismo, su corazón golpeaba en sus costillas, se había puesto una capucha para ocultar su llamativo cabello y había  fingido que oía música para no responder a nadie que se le cruzara. Cuando su teléfono marcó que estaba cerca del lugar del destino tocó el timbre para bajar. No fue sino dos paradas luego que el conductor por fin se decidió a hacerle caso. Vaina se hubiera quejado. Si solo supiera como hacerlo. Cuando por fin estuvo de nuevo en tierra firme volvió a Googlear la ubicación, no estaba demasiado lejos.


Bien, eso no había sido tan difícil. Vania siguió la flecha verde en su móvil hasta que terminó en un calle lateral de lo que parecía una escuela separada por un pequeño parque con viejos juegos oxidados y una cancha de béisbol deslucida.

El legado de Caín (GAY +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora