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CAPITULO 23

Unos pequeños toques en la puerta hicieron que se despertaran

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Unos pequeños toques en la puerta hicieron que se despertaran.

El cabello de Eric olía bien. Hundió su nariz un poquito más en él, el cabello de Eric siempre olía bien, como a algo suave y salvaje, casi afrutado con un poco del propio olor de su piel.

Olía a Eric.

Jesse se revolvió un poco.

Por la manera en la que respiraba podía decir que el pelilargo llevaba un rato despierto, casi con seguridad podía decir que probablemente se había mantenido inmóvil hasta entumecerse los músculos para no perturbar su sueño. Eric siempre despertaba antes aunque se quedaba callado y muy quieto para no despertarlo.

Eran esas, las cosas que ponían loco al corazón de Jesse y le hacían sentir como si Eric fuera agua fría, agua caliente. Agua y aceite metidas en un solo empaque y revuelas. Como si estuviera tratando con dos personas completamente diferentes, que si alguien le hubiera dicho que el pelilargo tenía un gemelo idéntico, Jesse se lo hubiera creído.

Vamos, que tenía esas cosas, esos momentos en los que lo hacía sentir cálido por todos lados.

Jesse pensó en fingir que seguía durmiendo y mantenerse en su escondite. Le gustaba sentir la mano cálida de su esposo alojada en su cintura mientras lo apretaba a su pecho. Lo suave que se sentía su cabello contra su piel, ver como se desparramaba en todas direcciones sobre la almohada, como un ríos de chocolate cobrizo que le servían como cortina protectora. Le gustaba ocultarse por la mañana de los rayos del sol en él, era algo que había tomado por costumbre hacer desde que Eric le había permitido que se acurrucara a su lado, se sentía como cubrirse los ojos con una venda oscura, aunque si lo veías de cerca podías ver los reflejos dorados de su cabello. Si. Jesse le había dedicado mucho de su tiempo a observarlo porque sí, le gustaba hundir su nariz detrás de la oreja de Eric para ocultarse del sol.

Pero en ese momento no se trataba de él queriendo ganar unos minutos más de sueño para su cuerpo remolón. No. Esa vez Jesse no quería moverse de su escondite no para mantenerse más tiempo cerca del pelilargo, sino porque no quería que Eric notara las lágrimas secas en sus mejillas.

"Te amo" había dicho la noche anterior y aquellas palabras habían destrozado el corazón de Jesse. Porque hasta entonces no se había dado cuenta de lo mucho le hubiera gustado que esas palabras fueran reales.

Pero no lo eran.

Porque Eric lo había dicho durante el sexo, y nada de lo que se dijera durante el sexo valía.

Se lo había dicho el propio Eric y dios sabía que oírlo había dolido.

Jesse había tenido que ocultarse en su cuello para no romperse frente al guapo hombre que lo tenía abrazado en esos momentos.

El legado de Caín (GAY +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora