~El peor enemigo~

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[Nota de Autora:
Capítulo con contenido
de violencia gráfica que puede afectar
a personas sensibles.
Se recomienda discreción.]

El viaje en la camioneta de la agencia fue realmente estresante; casi tres horas de camino con un chico que no me conocía y al que no conocía. Hubiera preferido que Kenjiro fuera el que me llevara, pero no podía culparlo, después de todo siempre estaba ocupado resolviendo los problemas de todos los demás en la agencia.

Trate, de todas las maneras posibles, de no pensar en la persona a la que esperaba encontrar; sin embargo, me fue imposible no imaginar la escena. Imágenes de una pequeña casa a la orilla de la ciudad; frente a ella un camino de tierra que cruzaba por grandes terrenos que en algún momento hubieran sido prósperos campos de cultivo, pero que hace muchas décadas no eran más que baldíos descuidados. Una cerca que no detendría ni a los animales, pero que se alzaba orgullosa en su deteriorado estado, sin nadie que se encargara de arreglarla; y dentro de ese lúgubre cuadro la silueta de un hombre sin rostro, ni apariencia clara. Una sombra del pasado que me perseguiría por siempre junto con muchas otras.

Al final el chico que conducía me dijo que bajara, al parecer Kenjiro no le había dicho quién era yo, y no estaba muy contento con la tarea. Decidí no molestarme con un asunto tan trivial y simplemente bajé encontrándome con la escena que había estado cavilando por horas.

Exceptuando algunos pequeños detalles todo era prácticamente igual a como lo esperaba. Pasé por la reja sin hacer sonido alguno, cualquiera incluso diría que la casa estaba abandonada, pero algo me decía que no era así. La puerta estaba abierta, dudaba que pudiera cerrarse correctamente, pero dudaba aún más que eso le importara a quien vivía ahí. Dentro de la casa se acumulaban los envases de cerveza y de bentos comprados en alguna tienda de conveniencia; en medio de toda la basura un sofá casi desecho frente a una pared donde los rastros de algo que no quise ni imaginar se extendían como evidencia de arranques de ira.

― Creí que no vendrías hoy. Nunca tienes suficiente, ¿verdad?

Me quedé petrificado al escuchar esa voz. Era más madura, o mejor dicho anciana, pero mantenía la misma esencia, el tono burlón y autoritario que te hacía saber que no significabas nada para él sin tan siquiera verlo.

Giró en su sofá, mostrando la mitad de un rostro indiferente, de facciones duras que me juzgaron apenas me crucé en su línea de visión.

― ¿Quién eres?- avancé de forma casi mecánica, controlándome para no mostrar el remolino de sentimientos que se había apoderado de mí apenas entrar― ¿No sabes hablar, marica?

Ahí estaba de nuevo. El recuerdo punzó en mi cabeza, deteniéndome en el acto. Una sonrisa estiró la mitad de su boca que podía ver y la ira subió por mi columna; porque una sola palabra había sido suficiente para hacerme dudar, porque una sola palabra era suficiente para regresarme al pasado.

― ¿De verdad no sabes quién soy?

Me miró un instante más mientras su sonrisa se desvanecía gradualmente, para volver a darme la espalda después de un rato.

― Eres igual a esa perra. Una maldita puta. ¿Viniste a recordar lo que es estar con un verdadero hombre?

Saqué mi arma. Quería torturarlo y hacerlo pasar por todo lo que me había hecho, pero ya no sentía la seguridad para continuar con eso. Sólo quería que el maldito muriera tan pronto como fuera posible.

El clic del seguro sonó más fuerte de lo que recordaba, y cuando cargué la cámara él ya estaba parado frente a mí, un hombre decadente que podía imponerme demasiado con su mera presencia.

― Vine a borrar cada maldito recuerdo de tu existencia.

― Suelta tu juguete y enfréntame como un hombre si te crees tan valiente. No eres más que un asqueroso pedazo de basura. Debiste haber muerto junto con esa maldita.

Los Recuerdos Duelen [BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora