Mi cabeza dio vueltas y todo se nubló en cuestión de segundos, mi cuerpo se movió por sí mismo, reaccionando de la única forma en que sabía hacerlo. Las armas no me daban miedo, sus soldaditos de juguete no podían tocarme; ni siquiera Shima se atrevería a hacer algo en mi contra.
Por un instante mis ojos se posaron en el cuerpo de Yalek, pero dos cuerpos se fusionaban en mi mente; dos chicos casi idénticos, dos heridas que se sobreponían en sus frentes, dos manos que parecían entrelazarse. Dos muertes causadas por mi propia incapacidad.
Los guardias me rodeaban con macanas, pero yo aún conservaba los cuchillos que les había quitado a los inútiles presos, la ventaja era mía, al menos con el primer grupo. La alerta se activó resonando en todo el complejo, en menos de un minuto un escuadrón armado me había rodeado.
Me reí de sus escudos y sus armas; simples juguetes que habían aprendido a usar en los pocos años de la academia, diseñadas más para asustar que para luchar. Sopesé mis opciones, tenía cinco cuchillas en mi poder, pero eran al menos doce guardias con armas de fuego, el círculo era demasiado grande como para lograr abrir un camino sin morir en el intento. Lo más razonable parecía ser entregarme, así que levanté las manos dejando caer el cuchillo que tenía entre los dedos; con suerte no me dispararían ahí mismo, simplemente rendirme. ¿O no?
Fueron lo suficientemente estúpidos como para bajar las armas y acercarse, mi salida estaba hecha, lista para dejarme pasar con toda la gloria cuando los dos que se habían acercado cayeron al suelo con un cuchillo en el cuello cada uno, e incluso había conseguido armas.
Mis movimientos eran demasiado rápidos para ellos, mi cuerpo se movía instintivamente, disparando a cualquier cosa que mostrara el más mínimo movimiento. En unos cuantos minutos el camino estaba libre. ¡Nadie podría detenerme ahora!
Entré al complejo con cuatro o cinco armas guardadas entre mis ropas, mi vista estaba en rojo y lo único coherente que mi cabeza formulaba era la insistente orden de matar. No importaba lo que fuera, guardias, reos, trabajadores. La limpieza tenía que ser total, no perdonaría ni a la más insignificante rata del lugar. Habían sido condenados.
La sangre se extendía por donde pasaba, entre los barrotes y sobre las camas; en las mesas, manchando documentos o juegos. No me importaba, disfrutaba de los ríos carmesí fluyendo por las escaleras de metal, con el sonido hueco de goteo llenando el ambiente junto con los gritos desesperados, patéticos. Celda por celda fui pintando mi obra en toda la prisión, sin perder una sola bala en el proceso. Hasta que por fin llegué al lugar que era como un refugio, pero la celda que siempre me había recibido con un desorden de cajas y botellas era un hueco sucio, abandonado desde hacía mucho tiempo atrás. No le di importancia, quizá se habían ido al mismo tiempo que yo, quizá sólo era la suerte que nos salvaba a ambos de enfrentarnos una vez más. En ese momento me daba perfectamente igual. Di media vuelta alejándome de los recuerdos, debía continuar.
Piso por piso la vida de cada persona en la prisión fue borrada, nadie escapó, su suerte se había acabado; incluso los que sólo habían ido por mera casualidad, podrían pensar que estuvieron en el lugar equivocado en el momento equivocado. La culpa no era mía.
Después de dar un par de vueltas llegué a una puerta de madera, grande, demasiado suntuosa para estar en una prisión. Verla era como encontrar el cofre del tesoro, sabía que dentro tenía que haber algo bueno, o al menos eso esperaba. Trate de escuchar algo, pero la sala parecía aislada; nada extraño si mis suposiciones eran correctas.
Tomé dos armas, abriendo la puerta de una patada. Inmediatamente docenas de ojos se dirigieron a mí, todos hombres bien vestidos, trajes impecables con rostros que pasaban de la confusión a la molestia, un grupo de burócratas que no tenían ninguna razón lógica para estar ahí, a menos de que su presencia estuviera relacionada con Yalek.
ESTÁS LEYENDO
Los Recuerdos Duelen [BL]
Подростковая литератураDos chicos entraron a mi vida, demasiado parecidos para ser cierto, sobre todo porque yo vi morir a uno de ellos... "No puede ser, después de tanto tiempo, ambos terminaron en mis brazos; las posibilidades son muy pocas, hay un mundo entre nosotros...