Bryan Doolittle está de vuelta en Carolina del Norte, listo para empezar desde cero. En su primer día de clases se topa con una chica que lo detesta con tan solo verlo, lo que lo toma desprevenido, pues siempre ha tenido popularidad con las mujeres...
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Una semana ha pasado desde que hablé con Spencer y Alex en su casa. El moreno ideó un plan que me pareció perfecto, pero venía con una condición: ayudarlo con Ann Rossie, la tímida porrista. Accedí, porque considero que Alex es una gran persona y si debe estar con alguien, tiene que ser con ella; son tal para cual.
Me duele que Kriztyn me ignore y es como si los eventos del fin de semana anterior nunca hubieran sucedido. Toda la semana la he pasado mal, estando celoso e irritable a cada minuto. Detesto que Ben se le acerque tanto y me dan ganas de golpear su linda cara. Sin embargo, lo que más me duele realmente es el hecho de que ella le sonríe al pendejo ese genuinamente. Una sonrisa que a mí nunca me ha dado. Y eso me estruja el corazón.
Al finalizar la escuela hoy, me quedo recostado contra mi auto y espero a que la castaña cruce las puertas. Esta mañana me aseguré de estacionarme cerca del Lexus de Alex.
Tomo una calada de mi cigarrillo. Estoy ansioso y realmente no puedo esperar más. Entonces la veo; habla animadamente con Sofía. Al instante apago mi cigarrillo, me echo una menta a la boca y espero a que termine su conversación con los Duff.
Mientras, la observo detenidamente. Lleva el cabello en una coleta alta y algunos mechones caen sobre su frente. Viste una blusa negra, pantalones vaqueros y zapatillas negras. Luce simple, como si hubiera agarrado lo primero que encontró en su armario, pero aun así se ve caliente y me gusta con ese aspecto. Kriztyn es preciosa, hermosa y sexy. Ella lo sabe, no intenta negarlo usando ropa que esconda su figura, sino que viste como se siente cómoda y eso es atractivo. Me percato de que aún lleva alrededor del cuello el collar que le dio Ben.
Me acerco a ella al ver que está por montarse en el auto y la llamo. Se detiene y voltea a verme.
—¿Puedo hablar contigo? Es importante. Te llevaré a tu casa luego —le digo. Ella duda.
—Este... —mira a Sofía y parecen comunicarse con la mirada. ¿Qué tendrán las chicas con eso?— Está bien —accede al fin.
Ambos caminamos hacia mi auto y miro alrededor de mí. El estacionamiento está casi vacío, hay menos de siete autos aparcados.
—¿De qué quieres hablar? —pregunta la castaña.
—Sube al auto.
Ella suelta una risa burlona.
—Sí, claro. Dime qué quieres —replica, cruzándose de brazos.
—Sube al auto, Kriztyn. Por favor —le pido, intentado controlar mi impaciencia.
