Capítulo 49- Revelando el pasado

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Dedicado a EvelynGarciaRamirez6. ¡Qué lo disfrutes, linda!

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No hay decepción más grande que la que estoy sintiendo ahora

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No hay decepción más grande que la que estoy sintiendo ahora. Lo que quedaba de mi corazón ha sido reducido a polvo. No puedo creer que así acabe lo nuestro, sin poder aclarar y explicar la situación. Me niego a aceptar que este sea el final, pero por desgracia no puedo hacer nada si esa es su decisión. Por lo tanto, me trago el mal sabor de la decepción y me propongo a seguir el consejo de mis amigos. Puede que no tenga a Kriztyn, pero tengo la oportunidad de salvar mi futuro. Voy a conseguir esa beca sí o sí.

Logramos empatar, pero después de eso no tenemos tanta suerte. Todo se complica. Carlos tropieza con uno del equipo contrario, lo que lo lesiona. Luego, a uno de los nuestros le sacan tarjeta roja por algo que no me parece razonable. Es evidente la frustración en el rostro de nuestro capitán y pronto quedará calvo si sigue tirando de su cabello. Aunque, bueno, yo estoy peor. He mejorado un poco, pero nada que impresione.

Cinco minutos más son añadidos al reloj, dándonos una última oportunidad de desempatar. Harry me pasa el balón y tengo intenciones de llevarlo a la portería, pero no llego muy lejos, porque uno del otro equipo me hace tropezar. Caemos al suelo con él jalando mi camisa. El árbitro y Alex se nos acercan, éste me ayuda a levantar.

—¿Estás bien, hijo? —pregunta el árbitro.

—Sí.

—¿No te duele nada?

—Nada que no pueda soportar —aseguro.

—Bien. Aún así es falta, así que tiro libre para Los Pumas —anuncia.

Mientras los jugadores se colocan en sus posiciones yo le echo un vistazo al reloj. Queda exactamente un minuto y medio restante de juego y eso no es para nada reconfortante. Entonces mi mirada se dirige a las gradas aún cuando no debería. Kriztyn está de pie, mirándome. Toma el dobladillo de su camisa y lo alza.

¿Qué está haciendo?, pienso.

Mi corazón late fuerte en mi pecho al ver lo que lleva debajo: una camisa blanca. Su expresión permanece neutra mientras me mira fijamente.

No lo puedo creer. Debí haberlo supuesto. ¡Qué diablilla!

Mientras acomodo el balón una sonrisa se forma en mis labios. Observo la portería, buscando la mejor manera de hacer el gol. Una vez que estoy listo, el árbitro suena el silbato y no dudo en patear el balón. Este surca por los aires y atraviesa la malla.

Todo el mundo grita emocionado, yo corro por el campo con los puños en el aire y luego mis compañeros se me tiran encima.

—¡Sí! —celebra Alex para después abrazarme con fuerza—. Sabía que no me defraudarías. ¡Oh, cómo te quiero! —me da un fugaz beso en la mejilla y yo me quedo estupefacto por un momento. Alex se va, gritando emocionado.

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