Capítulo 1- Un mal encuentro

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Coloco una chaqueta de cuero sobre mis hombros y peino mi cabello hacia atrás mientras me pongo gel fijador

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Coloco una chaqueta de cuero sobre mis hombros y peino mi cabello hacia atrás mientras me pongo gel fijador. La voz de mamá llega hasta mi habitación, llamándome desde la cocina.

—Bryan, cariño, el desayuno está esperando por ti. Vas a llegar tarde a la escuela. Recuerda que es tu primer día —dice.

—No tienes que decírmelo otra vez. Espera un minuto —contesto.

Es mi primer día en el instituto; hemos vuelto al estado en donde me crié, Carolina del Norte, después de vivir tantos años en Virginia. Mi mejor amigo asiste a ese instituto y yo simplemente estoy feliz de no estar solo. Según él, hay muchas chicas atractivas y yo solo espero que sea cierto.

Veamos si puedo atrapar dos o tres para follarmelas.

Pero lo que en realidad espero es encontrar una que no caiga en mi juego y encontrar el amor verdadero.

Claro, como si esas cosas pasaran en la vida real. Patético.

Agarro mi mochila, me miro en el espejo una vez más y le guiño un ojo a ese chico sexy que me mira.

—Sí, señor. Te ves genial. Hagamos de este el mejor día de escuela —digo lanzándole un beso al espejo.

Bajo las escaleras y me dirijo a la cocina. Saludo a mamá y me siento en la mesa a comer mi desayuno.

—Te ves guapísimo —dice y yo sonrío.

—Gracias, mamá.

En cuanto termino de comer, subo nuevamente las escaleras y me cepillo los dientes. Me despido de mi madre, salgo de la casa y voy al garaje por mi Porsché. Bien puedo usar mi motora, pero no quiero arruinar mi cabello. Me monto y pongo algo de música, enciendo el motor y conduzco hasta la escuela. Una llamada entrante me hace bajar el volumen de la música, así que atiendo la llamada, poniéndola en altavoz.

—¿Dónde estás, hombre? —pregunta mi mejor amigo.

—¿Y los buenos días, Spencer? ¿Qué pasó con ellos? —respondo. Spencer tiene la mala costumbre de no saludar y eso me molesta.

—Buenos días —replica sin ganas y si no lo conociera tan bien, juraría que ha rodado los ojos.

—Voy en camino, Spencer. Estoy conduciendo; ya mismo nos vemos.

—Está bien, pero apúrate.

Esta vez es mi turno de rodar los ojos.

El estacionamiento del instituto está lleno y el hecho de no encontrar un espacio me indigna. Finalmente tengo que aparcar muy lejos, salgo de mi auto y empiezo a buscar a ese chico rubio que se hace llamar a sí mismo "mi mejor amigo". Pero él me encuentra primero.

—Oye, pelinegro gótico —me llama mientras yo me volteo hacia él.

—¿Puedes dejar eso? Solo porque me gusta vestirme así no significa que lo sea —digo mientras hacemos nuestro saludo—. Tú no hables mucho, porque eres un rubio oxigenado.

Atracción IlícitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora