Bryan Doolittle está de vuelta en Carolina del Norte, listo para empezar desde cero. En su primer día de clases se topa con una chica que lo detesta con tan solo verlo, lo que lo toma desprevenido, pues siempre ha tenido popularidad con las mujeres...
¡Atención! Este capítulo contiene lenguaje fuerte y un poco de violencia.
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Esa no me la esperaba, aunque ya se me hacía raro que ella estuviera aquí en su casa.
—Bromeas, ¿verdad? —ella niega con la cabeza—. ¿Estamos hablando del mismo Alex? ¿Alexander Duff?
—Sí. Nos besamos hace unos días y hoy Rodrik se enteró. Intenté explicarle, pero él estaba muy molesto y accidentalmente me golpeó —explica y yo resoplo. Claro, "accidentalmente"—. No supe qué hacer y solo se me ocurrió venir aquí.
—Entiendo. ¿Te gusta Alex? —ella asiente—. Pero aún quieres a ese idiota —ella vuelve a asentir—. Bien, eso es asunto tuyo y realmente no me incumbe, pero que hayas besado a otro chico no le da derecho a él de golpearte. Lo hizo porque le dio la gana y no voy a permitir que se salga con la suya.
Me levanto, ella también lo hace y rápidamente me abraza. Respondo a su abrazo, sintiendo este impulso de protegerla, como un hermano mayor.
—Sé lo que estás pensando y te pido que no lo hagas.
—Mara...
Ella alza la cabeza y me mira. Sus ojos avellana están llorosos. Mi corazón se quiebra viéndola así. Ella no se merece tener que pasar por esto. Ese maldito va a pagar por cada lágrima que ella ha derramado hoy.
—Por favor, deja las cosas como están. Prométeme que no vas a ir a buscarlo. Promételo —me pide y yo desvío la mirada, mordiendo el interior de mi mejilla.
—Bien —es lo único que digo y ella me abraza fuertemente.
~*~
Desciendo las escaleras, buscando a Alex. Luego de verificar en la sala y la entrada principal, termino encontrándolo sentado en la mesa del comedor. Él alza la cabeza al escucharme entrar. Me siento frente a él y descanso mis manos sobre la mesa.
—Ya está un poco más tranquila. La llevaré a mi casa más tarde —le informo. Él asiente y suspira.
—Todo es mi culpa. No debí haberla besado.
—Ambos tienen la misma cantidad de culpa —señalo y Alex me mira.
—Sí, pero cargo con más culpa que ella. Malinterpreté las cosas, la busqué y le insistí. Debí haberla dejado en paz.
—Lo hecho, hecho está. ¿Por qué lo hiciste? ¿Qué pasó con Ann?
