Capítulo 11- "Lo que no puedes decir"

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Esta mañana hace un poco de frío, así que me visto con un abrigo negro, una falda corta tipo jeans y botas que me llegan a las rodillas

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Esta mañana hace un poco de frío, así que me visto con un abrigo negro, una falda corta tipo jeans y botas que me llegan a las rodillas. Peino mi cabello en una coleta alta, coloco un collar en mi cuello y mi brazalete favorito en mi muñeca. Me maquillo ligeramente.

Bajo a la cocina y saludo a Marina, quien me prepara hot cakes. Mi padre ya se ha ido a trabajar y Flynn está llevando a Kataline a su escuela. Tomo mi patineta nueva y me encamino al instituto.

Llego a la escuela con música rock saliendo de mis audífonos. Llevo mi patineta a la mano y entro a "esa prisión juvenil". Odio el instituto, al igual que todos los adolescentes. No me gusta estudiar mucho, pero eso sí, me esfuerzo por tener buenas calificaciones. Soy la favorita de los profesores y eso da un poco de ventaja. Soy una chica muy seria, pero también agradable y graciosa cuando me lo propongo.

La mayoría de los chicos están detrás de mí y no es su culpa. Estoy consciente de que soy una chica atractiva, eso no lo niego, pero no quiero estar con alguien que solo me querrá por mi apariencia física. Por alguna razón que ni yo sé, parezco atraer a los idiotas, gilipollas y mujeriegos.

Abro mi casillero y saco mis libros. En la puerta tengo una foto del único dueño de mi corazón: William Moseley. Ese sí es un rubio que vale la pena. Pongo mi patineta dentro y cuando me dispongo a cerrar la puerta escucho esa jodida voz tan seductora.

—Hola, nena.

Suspiro en fastidio y me giro. Ahí está el idiota, mirándome. Su cabello está muy bien peinado. Lleva una chaqueta de cuero, una camisa roja, pantalones negros ajustados en las partes necesarias y zapatillas rojas. Sumándole que se ve tan sexy e irresistible.

¡Kriztyn!, me reprendo.

—¿Qué quieres, Doolittle? —le pregunto intentando mantener la calma y quitándome los audífonos.

—Ni "buenos días" dices —dice en tono de reproche.

—Buenos días —sonrío falsamente—. Ahora, ¿qué quieres?

—Vaya —murmura examinándome toda descaradamente—. Estás muy preciosa hoy. Esa faldita está muy corta. Pensamientos pervertidos pueden surgir a causa de eso.

Me sonrojo ligeramente.

—¿Me vas a decir qué quieres? ¿Sí o no?

—Empecemos desde cero. Me llamo Bryan...

—Eso ya lo sé, idiota —lo interrumpo.

—Okay. Prometo que no intentaré nada más si me dejas ser tu amigo —se lleva una mano al corazón y la otra la esconde detrás de su espalda.

Dejo caer todo mi peso en una pierna y alzo una ceja.

—Primero, creo haberte dejado claro que no quiero ser tu amiga y segundo, no creas que no me doy cuenta de que estás cruzando tus dedos detrás de tu espalda.

Atracción IlícitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora