Capítulo 42- Música y memorias

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Mis dedos tocan las teclas mientras canto, inspirado por la melodía

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Mis dedos tocan las teclas mientras canto, inspirado por la melodía. Me pierdo en las notas, entregando mi corazón a cada una de ellas.

Me encanta tocar el piano, es lo único que me distrae de la realidad, lo único que me conecta con mi abuelo y lo único a lo cual llamo mi pasión. Mientras toco, mi mente se desvía hacia un recuerdo.

—Las teclas negras hacen un sonido raro, abuelo —dice mi yo de siete años y abuelo asiente.

—Así es, y las teclas blancas hacen un sonido bonito. Pero cuando las juntas hacen una hermosa melodía, ¿no crees, Bryan? —pregunta y yo asiento—. ¿Sabes por qué? —niego con la cabeza—. Ambas tienen algo que la otra no tiene, juntas hacen un balance y se complementan.

—¿De verdad?

—Sí. Ven aquí.

Me coloca sobre su regazo y posiciona mis manos sobre las teclas. Mis dedos presionan las mismas, emitiendo un bonito sonido. Miro al abuelo, buscando su aprobación de si lo que hice es correcto, y él sonríe. Yo también sonrío y abuelo, con sus manos sobre las mías, me guía para que toque una melodía.

And it's not a cry that you hear at night,

It's not somebody who's seen the light,

It's a cold and it's a broken Hallelujah,

Hallelujah,

Hallelujah, ...

—Hallelujah —canto mientras toco las últimas notas.

Me quedo mirando el piano. Esa canción la toqué en el funeral de mi abuelo y cada vez que la toco lo recuerdo.

Te extraño, abuelo.

No creo que haya sido suficiente el tiempo que pasamos juntos. En realidad, nunca nada es suficiente. El tiempo pasa demasiado rápido y no nos damos cuenta. La música fue lo mejor que me pudo haber enseñado y gracias a él encontré la razón de mi existencia. Si la música no existiese, no sé dónde estaría. Lo extraño mucho, pero sé que algún día nos volveremos a ver.

—Creo que jamás me cansaré de escucharte cantar y tocar. Eres increíble —dice una voz. Alzo la vista, encontrándome con Kriztyn acercándose a mí. Sonrío al verla.

—Gracias. Lo sé —digo, guiñándole un ojo. Ella rueda los ojos y se detiene a mi lado—. ¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto mientras señalo mi mejilla para que me dé un beso, a lo cual ella hace caso.

—Escuché la canción y me dio curiosidad, así que me asomé y te vi —explica, sentándose a mi lado en el banquito—. ¿Tú qué haces aquí?

—Pues, el miércoles me uní al club de música y estoy esperando al señor Martínez. Hace diez minutos que se supone que llegara, pero aún nada.

Atracción IlícitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora