Esto es la guerra (Parte 1)

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Pov Omnisciente:




La habitación está en penumbras, solo iluminada por una lámpara colgando de un cable, que emite una luz mortecina sobre la estancia y, sobre todo, sobre la cabeza de la chica que se encuentra atada a una silla, con los brazos tras la espalda y la cabeza hacia adelante, con su larga cabellera ocultando sus rasgos. 

Hacía casi una hora que había despertado en ese obscuro lugar, sin saber cómo había pasado, intentando recordar lo que había ocurrido antes de aparecer en ese precario recinto, antes de despertar maniatada a una silla, pero nada venía a su mente, es como si estuviera en blanco o algo lo estuviera bloqueando. Lo único que recordaba, eran un par de penetrantes ojos azules que la observaban de forma intensa, poniéndole la piel de gallina, aunque no de forma negativa. Era raro y complicado de explicar, no se había sentido así hacía mucho tiempo...

El sonido de una puerta abriéndose le llama la atención y hace que la lamparita sobre su cabeza tiemble al cerrarse de un portazo, mas a pesar de su curiosidad, mantiene su cabeza baja, ocultando sus gestos con el pelo que caía sobre su cara, revisando lo máximo posible el entorno y al individuo que había entrado y sus acciones. No quería darle ventaja, por lo que tenía que estar atenta a todo y no mostrar sus emociones, por más que estuviera sintiendo miedo en ese momento de ser herida. No le gustaba mucho el sufrimiento, no era buena aguantando el dolor, sin embargo, haría su mayor esfuerzo. Si querían información de su club y hermanos, no lo conseguiría, no mientras pudiera evitarlo, moriría antes de revelar algo que los pusiera en peligro. 

Los pasos que habían estado escuchándose caminando a su alrededor, se detuvieron justo frente a ella, frente a su cabeza inclinada; lo único que alcanzaba a ver, era un par de botas de motociclista grandes y negras, un par de piernas gruesas envueltas en cuero, y la parte baja de un torso cubierto por una remera de color rojo sangre. En cuanto habló, su gruesa y ronca voz la hizo estremecer de la cabeza a los pies, no obstante, se esforzó por disimularlo lo mejor que pudo, no debía obtener nada de ella.

-Parece que despertaste, eso es bueno, empezaba a cansarme de esperar. Creí que, tal vez, me había pasado en cuanto a la dosis. Muerta no me servís de nada. 

Apretando sus labios, queriendo gritar de la bronca al entender la referencia sobre que ese maldito, fuera quien fuera, la había drogado, mantuvo la cabeza baja, aguantando las ganas de hacerle daño por haberla engatusado o lo que fuera que hubiera hecho para conseguir que terminara en esa situación. Su falta de memoria de los hechos, le daba a entender que, muy posiblemente, había usado una de esas llamadas "drogas de violación", del tipo de las que te noqueaban y te hacían olvidar todo lo ocurrido cuando te despertabas después de su efecto. No le dolía nada y estaba vestida tal y como había salido esa misma mañana del club a hacer mandados, pero de ahí en adelante, no había nada en su mente, era como si alguien hubiera usado una goma de borrar en su cerebro como si estuviera hecho de papel. Era frustrante, no importaba cuánto lo intentara, era inútil, ningún recuerdo llegaba a ella. 

-¿No vas a hablar? ¿No tenés curiosidad sobre dónde estás, lo que planeo y demás?

Su mandíbula se presiona con fuerza cuando sus preguntas dan justo en el clavo y siente la necesidad de buscar respuestas, pero se abstiene y, ante su silencio, su captor la toma del mentón con fuerza, obligándola a alzar la cabeza. Por culpa de la poca iluminación y su melena larga, no puede observar mucho de su cara, solo un brillo azul en sus ojos que desprenden un aura de peligro, aunque algo más también hay en ellos. 

-Eres muy hermosa, odiaría tener que hacer desaparecer la belleza de tu cara, mas lo haré si no hablas y respondes a mis preguntas. 

-No diré nada. 

La Reencarnación de Pandora (Serie Veneno sobre ruedas II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora