Pov Pandora:
Un último golpe y la bolsa cruje, rompiéndose al tiempo en que se cortan las costuras y cae al piso, desparramando la arena que se encontraba dentro de ella. Respiro agitada, apretando los puños con fuerza mientras las imágenes de hace unas horas pasan por mi cabeza, impidiéndome el que esté tranquila conmigo y no quiera darme cabezazos contra la pared por ser tan idiota y débil ante Líon.
Son las cuatro de la mañana y no he podido dormir, atormentada por semejante error que cometí y por las posibilidades que saldrán en consecuencia del mismo. No estoy cansada, en absoluto, tengo demasiada energía en el cuerpo por lo que, queriendo agotarla, me ato una soga a la cadera con una pesa de unos veinte kilos y me acerco a los aros, agarrándome de ellos con fuerza y empezando a hacer dominadas.
Todavía no puedo entender cómo es que fui tan estúpida, cómo me pude dejar vencer por el deseo reprimido por tanto tiempo y haber cedido a las exigencias carnales que mi demonio me provoca e impulsa dentro de mi cuerpo, aumentadas con las suyas. Dejar que me besara fue el problema, el disparador, o más bien el simple hecho de creer que realmente podía sola con él y permitir que Franki no fuera con nosotros a mi oficina cuando él dijo de "hablar en privado". Que pelotuda que fui, debí haberlo previsto, debí haber escuchado a esa vocecita en mi cabeza que me decía que era una muy mala idea, una muy arriesgada que podía salirme mal y que, en definitiva, así fue ya que terminé teniendo sexo (y del bueno) con el hombre que amo, mas que debo mantener alejado de mí por el momento hasta que todo esto termine, y todo por su bien.
Las gotas de transpiración por el esfuerzo empiezan a rodar por mi piel y, al mismo tiempo, lo hacen también los recuerdos de lo que disfruté, sin embargo, los de lo que ocurrió después son los que prevalecen en este momento en mi mente.
Flashback:
Termino de abrocharme el pantalón y miro a Líon que permanece frente a mí, aturdido por mi reacción. Mi mirada muestra algo que no siento pues, aunque lo esté viendo como si nada hubiera pasado o como si me hubiera preguntado del clima y me hubiera molestado, por dentro estoy tan revolucionada que me cuesta mantenerme tan estoica para evitar flaquear y que él tenga más motivos para seguir con su insistencia.
Lentamente, lo observo de arriba abajo, disfrutando secretamente de las vistas del ejemplar de masculinidad que tengo enfrente: extensiones de tatuada y firme piel amoldada a músculos perfectamente marcados y definidos, surcados por gotas de transpiración que hacen brillar la piel con la luz del lugar, los iris rojos lentamente volviendo a la normalidad al tiempo en que nota mi reacción y oscureciéndose en tanto lo hacen, la respiración agitada expandiendo una y otra vez esos grandes pectorales llenos de tinta, haciendo que las argollas de ambos pezones brillen con la luz cada vez que se mueven, las venas marcadas por la fuerza que está ejerciendo para controlarse en este momento (lo sé porque yo estoy igual haciendo semejante esfuerzo titánico en este preciso momento) y su gran miembro, ahora más relajado, sí, no obstante, sin perder la imponencia en tamaño (a pesar de ya no estar relleno de sangre) con las perforaciones del mismo dando ligeros destellos como los de sus pezones con los pequeños temblores que aún lo atraviesan.
Dios santo, está tan bueno que me está costando horrores el no abalanzarme de nuevo sobre él y montarlo por horas. Es un maldito calvario la distancia que he impuesto, pero así nos vamos a quedar y, para reafirmar mi idea, busco mi caja de puchos y, llevándome uno en la boca, lo prendo para luego, dar una bocanada y buscar el resto de mi ropa en silencio. Alcanzo mi corpiño y me lo pongo, aún con el cigarrillo entre los labios y escucho cómo Líon también ha empezado a vestirse. El silencio reina en el lugar al tiempo en que volvemos a ocultar nuestros cuerpos tras la ropa (menos mal que no me sacó las medias o habría visto el tatuaje de él en mi pierna y eso sí que no habría podido explicarlo) y, una vez que estoy ya lista, me siento tras mi escritorio y contemplo a mi demonio que también terminó de ponerse la ropa y se está pasando los dedos por el pelo, acomodándolo hacia atrás como tan bien le queda a él siempre.
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La Reencarnación de Pandora (Serie Veneno sobre ruedas II)
RomanceCuenta el mito griego, que Pandora fue quien liberó todo el mal que había dentro de una pequeña cajita, dejando caer sobre la humanidad plagas, dolor, sufrimiento, muerte... Ahora, la historia vuelve a repetirse, pero ésta vez, el "mal" no va a sali...