✖Especial Sanemi Shinazugawa✖

808 104 54
                                    

[🌀]

Las cosas que estamos dispuestos a realizar por aquella persona que estimamos con toda el alma, son impensables, pueden ser arriesgadas y carentes de sentido común.
¿Pero y qué? Si quiero hacerlo, lo hago.

—Por última vez Genya. Levántate de una vez —Con voz gruñona un peliblanco llamaba a su hermano.

No importa cuanto tiempo pasara, meses o años, aquel menor siempre tenía problemas para despertarse, y por eso su hermano mayor le ayudaba, de manera algo brusca pero lo hacía.

—Mmm.. Un rato más... —A duras penas decía el menor, acurrucándose mejor en la cama y cubriéndose con sábanas.

El mayor no dijo nada, solamente se quedó en silencio, evitando gritar tan temprano en la mañana, hoy no estaba de buenas.

—Te lo advertí... —Mencionó de manera espeluznante para luego comenzar a enrollar a su hermano en las sábanas como si fuera un sushi y después iniciar a golpearle con las almohadas.

—¡Ya ya ya! ¡Ya entendí! ¡Ya me voy a levantar! —Gritó desde dentro de las sábanas y moviéndose intentando salir—....—Paró de moverse —Nemi....

—¿Si? —Irritado respondió.

—Ayúdame.... Me quedé atrapado.. —Admitió con vergüenza.

—¿Qué? ¿Es enserio? —Se acercó al menor intentado desatarlo —... —Hubo un momento incómodo —.. Se trabó..

—Qué... Espera ¡¿Qué?! —Comenzó a alarmarse —¡Nemi sácame de aquí!

—¡Que ya sé! ¡No me digas lo que tengo que hacer! —Palpó por todo el cuerpo esperando buscar una apertura —¡¿Por qué coño no sale?!

Pasaron unos histéricos momentos hasta que Sanemi por fin pudo encontrar la punta de la sabana, aliviando a Genya de su estrecha prisión.

El resto de los minutos lo pasaron como siempre.
Genya preparándose para irse al instituto mientras Sanemi se encargaba de preparar el desayuno y a su vez el almuerzo para su hermano.

—Me voy yendo —Dijo desde el marco de la puerta dispuesto a irse.

—Que te vaya bien —Le respondió.

La rutina era la misma, levantarse, bañarse, preparar el desayuno, despertar a su flojo hermano, despedirlo, dejar el almuerzo hecho, lavar la ropa e irse a su trabajo.

El hermano mayor era enserio una persona increíble. Tenía tres trabajos, no sabía ni como ni cuándo pero lo que sí era cierto es que los manejaba a la perfección.

El primero era desde las 4 de la tarde hasta las 10 de la noche los días miércoles, jueves y viernes como chef en un restaurante de la localidad.
El segundo era de profesor de suplencia en la preparatoria Kisetsu los lunes y martes de ocho de la mañana hasta las 12.
Y el último, uno de barman desde las 7 hasta las 11 de la noche en el bar 'A Shot', sólo los sábados.

Sí, era demasiado exhaustivo. Es decir, terminar de trabajar para ir a otro lugar sin descanso ¿Acaso estaba loco o qué? Bueno, siendo el caso de Sanemi, podría decirse que si.
Pero la razón de tener tantos trabajos a la vez era por el dinero, obviamente, pero complementando eso, para poder darle una buena vida a su pequeño y querido hermanito.

El día que apenas había comenzado, estaba rápidamente acabándose. Los hora transcurrieron rápidas para el mayor, quien sólo se dedicaba a trabajar.
Hoy era viernes por lo que le tocaba trabajar como chef.
Por suerte en algunos años atrás el había aprendido como cocinar por interés propio sin saber que más adelante le iba a ser de ayuda, su comida era característica porque conservaba una sensación de calidez pero a la vez soledad.

Ocho, nueve y se acercaban las diez. El tick-tack del reloj que estaba colgado en la cocina era en lo que más prestaba atención, ya quería llegar a casa y dormir una buena y larga siesta.
Por fin su turno se había acabado, fue al salón donde se cambiaba. Dejó su traje de cocinero y se vistió para poder ir a casa de una buena vez.

Cuando iba por la calle, su mente estaba perdida. Quizás solamente estaba distraído, pero por alguna razón sentía que se olvidaba de algo. No sabía si era de vital importancia o sin la misma, pero aún tenía ese sentimiento.

Seguramente su hermano ya se encontraba muy dormido en su cuarto, quizás ya en el quinto sueño.

Una canción de antaño cruzaba por su mente, tan agradable que hacía que su fruncido ceño se relajara. No importa que tan vieja fuese la canción, el sentimiento seguía siendo el mismo.

—... No puedo colmarte de joyas ni dinero, pero puedo darte un corazón que es verdadero. Mis alas en el viento, necesitan de tus besos. Acompáñame en el viaje, que volar solo no puedo.. —

Llego a su casa y extrañamente notó que la luz de la sala estaba encendida, algo preocupado se llegó al lugar y vio a una persona sentada en el sofá.

—¿Genya? ¿Porqué no estás dormido? —

El mencionado se sobresaltó a escuchar una voz a sus espaldas.

— ¿Nemi? Bienvenido— Con una sonrisa le recibió.

—Si.. Ya llegue—Respondió como de costumbre —Aún no has respondido mi pregunta.

—Oh cierto —El menor buscó algo en el sofá, al parecer lo tenía escondido— Verás... No sabía cuando entregárselo, así que decidí dártelo cuando volvieras de tu trabajo, toma—Extendió una pequeña caja decorada.

El mayor estaba confundido, no sabía que era lo que estaba ocurriendo, o la actitud de su hermano.

—Feliz cumpleaños, hermano. Gracias por cuidarme —Finalmente esas palabras salieron de la boca de Genya, era lo que estaba buscando decir.

Sanemi se quedó sorprendido, eso era el porqué sentía que olvidaba algo.

—Gra..cias —El mayor no estaba muy acostumbrado a mostrar agradecimiento, así que se le era extraño.

—Por favor ábrelo — Le indicó el pelinegro, esperando que lo hiciera.

Sanemi obedeció y abrió a pequeña caja.
Sus ojos se cristalizaron un poco mientras que en su garganta se formaba un nudo.
En aquel regalo estaban varias fotos, acompañadas de una carta y un anillo.

Las fotos que habían allí eran de él y su hermano, desde pequeños hasta la actualidad. En la mayoría estaba distraído o comiendo, pero hubo una en la que se fijó con más detenimiento.
Era una foto tomada a escondidas mientras acariciaba a un perro y soltaba una sonrisa al aire.

—Disculpa si no es mucho, me hubiese gustado darte más pero.. —El menor no pudo continuar su frase cuando vio a su hermano colocarse ambas manos en sus ojos —¡Espera! ¿¡Estas llorando?! ¿¡Tan mal estuvo?! — Entró en pánico.

—¡Ya para! ¡No estoy llorando! ¡Ya ándate a dormir! —Le gritó, pero se sintió diferente, era más como si estuviera... ¿Mínimamente contento?

Genya sólo se fue a su cuarto, pero antes de hacerlo se giró para darle las buenas noches a su hermano y lo vio sonreír.
Ahora se quedaba más tranquilo, su regalo no había estado tan mal.

[🌀]

Días Recurrentes | Kimetsu No Yaiba AU Escolar |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora