Capítulo 17

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Marco

Espero a escuchar el crujido de la puerta del baño recostado en la barandilla del balcón. Abajo, en la calle, no dejan de pasar coches y me detengo a observar a una pareja de ancianos que pasea de la mano. Ella, en un momento dado, le coloca bien la bufanda a él, y él, a su vez, le da un beso en la frente.

-¿Qué haces aquí fuera? Te vas a quedar helado... -el contacto de su piel caliente en mi espalda helada provoca que una leve sacudida acompañada por un suspiro estremezca mi cuerpo.

-Te esperaba -susurro dándome la vuelta para pegarla contra mi pecho.

-Llegaremos tarde a donde quiera que sea que me quieres llevar -pone una mano entre nosotros pero soy mil veces más rápido y para cuando se quiere apartar de mí ya he rodeado su muñeca y la he colocado detrás de su espalda.

-No puedes salir así... -abro el batín de seda y recorro lentamente el encaje granate que cubre la curva de sus caderas- y esperar que ahora te lleve a tu sorpresa. Todo tiene sus consecuencias en esta vida, Emma...

Ella ronronea, protestando y haciéndose de rogar, pero sé muy bien que en el momento en que bese y lama el lugar indicado de su cuello todas las pegas y las protestas que ahora me dedica habrán quedado suspendidas en el aire. Como esperaba, Emma se rinde tan solo unos segundos más tarde y yo no puedo hacer mucho más que mirarla con una sonrisa lobuna pintada en los labios dejándole claro que esta vez voy a llevar yo el total control de la situación.

Para cuando entro a la habitación cargando con ella en mi cintura, ambos agradecemos el calor que nos dan las brasas de la chimenea. Me tomo unos segundos para conectar mi lista de reproducción a los altavoces inalámbricos del televisor y como si lo hubiera planeado, empieza a sonar una cover un tanto más lenta de One Dance, de Drake.

Emma tontea conmigo susurrándome al oído la primera frase de la canción:

-Baby... I like it slow...

Me río entre dientes y me permito perderme en su pelo con olor a coco y, como de costumbre, me vuelvo loco. Con mi nariz voy recorriendo el camino del lóbulo de su oreja izquierda hasta su clavícula, y es en ese pequeño surco donde empiezo a succionar hasta dejarle una pequeña marca del tamaño de una fresa de un tono granate.

No puedo evitar sentir el vaivén de sus caderas contra mi abdomen al moverse al ritmo de la canción de Drake y por mi mente solo se cruza un único pensamiento: este es el momento más sexy que nunca he tenido con nadie y, por supuesto, tenía que ser con ella, la mujer por la que pierdo el norte.

Como puedo me deshago de ese batín que no hace más que tapar la octava maravilla del mundo y vuelvo a recorrer el final de su brasileña de encaje haciendo que expire un suspiro que he estado esperando desde que se ha metido en la ducha. La tumbo sobre la cama y observo como esa chica con el pelo revuelto y las mejillas encendidas me mira con los labios entreabiertos sin apartar la mirada de mí ni un solo momento y juro no hacerle daño jamás. 

Recorro su precioso cuerpo con la mirada; primero repaso esas piernas torneadas y largas a pesar de ser una de las chicas más bajitas que conozco, paso a sus caderas perfectamente contorneadas, el abdomen plano pero duro que trabaja diariamente en el gimnasio, las manos que descansan sobre este, siempre luciendo una perfecta manicura en carmesí, paso a observar ese pequeño pero redondeado pecho que se deja entrever a través del encaje de su sujetador y paso de nuevo a los labios, esos labios que me vuelven loco.

-Eres jodidamente perfecta -no puedo evitar mascullar entre dientes.

Ella tan solo se ríe como si hubiera dicho la mayor idiotez de la historia, porque así es ella, modesta consigo misma como la que más, y me pide con un gesto con el dedo que vuelva a acercarme a ella. No me hago de rogar y en una milésima de segundo vuelvo a estar sobre su cuerpo besándola en cada rincón de ese cuerpo que me lleva loco y que se me queda pequeño para tantos besos y caricias que quiero regalarle.

Escucho el golpeteo de unos nudillos en la puerta de la suite pero hago caso omiso volviendo a mi lugar favorito del mundo pero Emma parece que sí se ha dado cuenta.

-¿Han llamado?

-Que va, te lo habrás imaginado... ¿Por dónde íbamos?

Me mira con el ceño un poco fruncido pero un beso en la comisura de sus labios hace que recupere esa sonrisa preciosa. Y de nuevo vuelven a llamar esta vez acompañado por una voz masculina: 

-Señor, el coche que ha pedido está en la puerta.

-¡Eres un mentiroso! -protesta Emma echándose a reír a carcajada limpia y yo me lamo los labios sonriendo con una mirada culpable.

-Supongo que debemos ir, ¿no?

-Vístete antes de que los checos piensen que los merengues sois unos lentos -me pincha enfundándose en un vestido negro con las mangas en encaje-. ¡Vamos!

Antes de que me tire uno de esos tacones altísimos que suele llevar me doy prisa para meterme en mis vaqueros negros y arreglarme como puedo en los cinco minutos de reloj que me da llamándome lento a cada segundo.

Anything for you  [SAGA THINGS #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora