Capítulo 46

358 24 26
                                    

Todo pasó un jueves por la tarde.

Álvaro y yo habíamos quedado para tomarnos un gintonic en Macera, la coctelería de moda en Madrid. En plena calle San Mateo, Macera despunta por crear sus propias ginebras, de modo que yo me pedí  Rojo Fruto (ginebra macerada con frutos rojos) y él un Canerón de Naranja (ron moderado con canela y naranja).

Ahí estábamos, relajados a más no poder, sentados en la barra mirándonos fijamente. De fondo sonaba una versión más lofi de How Deep is your Love de los Bee Gees y ambos nos mecíamos muy levemente al ritmo de la canción. 

-¿Has pensado qué vas a hacer? -Álvaro removía su vaso una y otra vez sobre la barra mientras que con la otra mano jugueteaba con mis dedos.

-¿A qué te refieres? 

-Si... bueno, si te quedarás aquí en Madrid, volverás a Barcelona...

-No... -negué rotundamente con la cabeza-. En Barcelona ya no me siento en casa. Aquí han pasado demasiadas cosas que ha cambiado mi vida. El trabajo, mis amigos...

-Marco... -acabó la frase por mí, pese que sabía perfectamente que hacía semanas que no pronunciaba su nombre.

-Entre otras muchas cosas -me quejo con la boquita pequeña.

-Claro, también me conociste a mí, preciosa -¿algún día me acostumbraría a su acento del sur y dejarían de entrarme calores?

-También... entre otras muchas cosas -vuelvo a insistir y ambos estallamos en una carcajada que el barman se nos quede mirando con una sonrisa cómplice. 

-Mira que eres cabezota... -su mano se posa en mi muslo y yo me tenso inconscientemente con el tacto de su mano en mi pierna.

-Álvaro... -mi voz se queda atascada en la garganta y siento que la boca se me seca.

-Vamos, Emma... Sabes que estoy loco por ti... Sólo dame un beso aunque sea... Por favor, dame un fin de semana, y si después no te he convencido, pues... me conformaré siendo tu amigo nada más.




No sé en que narices andaría pensando, apenas sé si pensaba siquiera. ¿En qué momento se me pasó por la cabeza acceder y poner en riesgo nuestra amistad? No lo sé, pero a los dos días estábamos cargando su Golf para escaparnos a una cabañita perdida en la Sierra.

-¿Estás seguro que a tu amigo no le va a importar que nos quedemos aquí? Quiero decir... no sé, me sabe mal ocuparle su apartamento sin darle nada a cambio... -observo asombrada lo bonito que es el apartamento al que me ha traído. Techos abovedados de madera, paredes y suelos de pierda, una gran y preciosa chimenea encendida en mitad del salón.

-Emma... mi colega me debe un favor y, digamos que, me está compensando con esto. Además, estamos a finales del invierno, ¿quién va a querer venir a encerrarse en una casa en la Sierra? 

-Yo... -respondo flojito cuando Álvaro ha subido nuestras maletas al piso de arriba.

Mientras él se dedica a instalarnos, yo decido ponerme a preparar algo caliente para cenar, así que me encauzo a la cocina a ponerme manos a la obra. Sé lo mucho que le gusta a Álvaro todo lo que recuerde a Estados Unidos, de modo que decido preparar una sopa de maíz.

-¿Qué estás preparando? -no sé si me sobresalta más su voz en mi cuello o el tacto de su piel a través de los leggins, pero sea lo que fuere, crea una taquicardia en mí que no es normal.

-Se llama chowder en inglés. Es una especie sopa de maíz... Más bien es un revuelto de verduras con caldo. Te gustará.

-De eso estoy seguro... Voy descorchando el vino, entonces.

Durante la media hora que tardo en preparar la cena, Álvaro se sienta en la encimera y mientras me pasa verduras, la copa de vino y me canta por igual yo voy recorriendo su cuerpo de reojo. 

-¿Quieres escuchar lo último que he compuesto? -por un segundo, De Luna pierde esa característica desvergüenza que le acompaña y creo entrever que se sonroja.

-Claro... -respondo algo nerviosa, rezando para no atragantarme con el tinto que va calentando a fuego lento mi cuerpo.

-Me paso las noches en vela... Escribo tu nombre en mi cabeza -canta en acústico cerrando los ojos y yo me giro por completo para prestarle atención solamente a él-. Ya sé que vas a querer verme de nuevo, yo sé que tus labios no son caramelo... Ya verás cómo vas a echarme de menos.

Cuando termina, me pregunta que qué me parece pero yo estoy demasiado ocupada intentando disimular que ahora mismo me está dando un ataque cardíaco.

-La escribí pensando en nosotros, ¿sabes?

-Yo... no he ido a Portugal... -respondo con un hilo de voz lo primero que se me pasa por la cabeza.

-Mira que eres tonta, eh... -ríe bajito y alarga el brazo para colocarme entre sus piernas-. ¿Quieres verme de nuevo?

-Sí -respondo con un hilo de voz.

-Y ¿vas a echarme de menos?

-También.

-Con eso me vale si es para siempre- Dicho esto, coloca dos dedos bajo mi mentón y me obliga a mirarle a los ojos-. Estoy jodidamente pillado de ti, Emma.

Acto seguido sus labios se posan suavemente sobre los míos, compartiendo un beso con sabor a vino y a lágrimas. 

Quizá lo que necesito es alejarme de todo el mundo y aprender a tomar decisiones. Aprender a dejar de jugar a ser adulta y precisamente, empezar a serlo. Pero, ¿y si Álvaro tiene razón? Quizá lo único que ha de valerme querer ver a alguien y echarle de menos, pero por alguna extraña razón mi mente no está aquí. Ni siquiera en la ciudad. Ni en Mallorca. Está años atrás, el día que Marco y yo nos conocimos... Y en cuántas cosas hubiera cambiado en ese entonces de saber por lo que íbamos a pasar.


Anything for you  [SAGA THINGS #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora