Capítulo 33

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-¡Emma no sabe silbar! -mi cuñado, como de costumbre haciendo leña del árbol caído.

-¡No es para tanto! Mucha gente no sabe silbar -me cuelo en la cocina en busca de un vaso de agua y Marco aparece a mi lado al segundo, como un espectro.

-¿No sabes silbar? -me mira con los ojos como platos, como si acabara de confesarle que me dedico a diseccionar Barbies en el sótano.

-No, ¿y qué? 

-No puede ser verdad... ¡¿Cómo voy a casarme contigo si no sabes silbar?! ¿Cómo me vas a piropear?

-Uno, no te he piropeado en seis años con un silbido, no voy a empezar ahora y dos, deja de ser un melodramático. Me cortas el rollo tela.

-Hemos de enseñarla -conviene mi futuro cuñado con los brazos cruzados por encima del pecho.

-Ya ves, tío. Joder, ¿qué más me estará escondiendo? 

-Igual va de vegetariana y por la noche se come un par de salchichas. Últimamente faltan bastantes.

-La única salchicha que me como es la de tu hermano -le empujo el pecho sudado después de nuestra sesión de cardio intenso-. Si faltan salchichas pregúntale a Marco, está echando barriguilla.

-¡Eh, estoy más cuadrado que un armario, lista!

-Claro, claro, lo que tu digas... -le pico haciendo un gesto desenfadado con la mano desapareciendo tras la puerta de su habitación.

-De verdad que he de enseñarte a silbar, cielo. Es muy práctico -yo que pensaba que iba a dejarlo correr... que equivocada estaba. Si incluso aparece en el baño para darme la monserga.

-¿Ah, sí? ¿Para qué?

-Pues... para saludar a alguien.

-Claro, porque un "Hey, qué tal", ¿no funciona?



Suena el timbre exactamente media hora después y ya estamos los dos vestidos y arreglados para irnos a ver la cabalgata de Madrid. Marco viste, como ya es costumbre en él, unos vaqueros pitillos color negro y una sudadera de Moschino. Como no iba a ser menos, como chaqueta lleva una cazadora negra también y está para morirse. Yo, con un total look negro exceptuando un largo abrigo de paño gris parezco su hermana pequeña, y el gorro con el pompón gris también no es que ayude mucho.

Al abrir la puerta, ahí está Álvaro, vestido con unos simples vaqueros rotos, una camisa azul cielo, un abrigo de paño similar al mío en verde y una bufanda gris. Del gorro de lana gris se escapan algunos mechones castaños y en la pechera de la camisa lleva unas Ray-Ban Clubmaster perfectamente limpias.

Telita...

-Qué guapa estás, niña -me saluda con dos besos y yo más feliz que una cría. Vaya, que es de mis cantantes favoritos.

Entre ellos se dedican esa mirada que tanto me revienta.

-¿Vais a estar toda la tarde con el juego de machitos?

Con un resoplido por parte de Marco, se dan la mano y en menos de un segundo vuelve cada uno a esconderla en el bolsillo, ni que les fuera a hacer ir de la mano...

Llegamos hasta el centro pero al ver la de familias que se han apeado esta tarde, y que conste que todavía es pronto, decidimos que vamos a tomar algo por alguno de los garitos de Malasaña, así en un plan más adulto.

Entramos en un bar que está decorado por lucecitas varias pero que todavía sigue algo vacío para ser las siete de la tarde, así que nos decidimos y en cuanto Marco vuelve con un par de cervezas para ellos  y una Cola-Cola para mí empiezan a sonar unos acordes que me conozco bastante bien.

-¡LP! -decimos Álvaro y yo a la vez con los ojos como platos echándonos a reír pocos segundos después.

Y sí, ha empezado a sonar Muddy Waters y Marco nos mira con una cara tan rara que parece que nos ha salido una segunda cabeza a cada uno.

Anything for you  [SAGA THINGS #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora