Capítulo 31

429 39 32
                                    

Entro en casa con un nudo en el estómago que no augura nada bueno. Enciendo la lucecita de la entrada y voy directa a mi habitación para quitarme los zapatos y dejarlos en su correspondiente zona del vestidor. Una vez sin chaqueta y descalza ando a ciegas hasta la nevera, de donde me sirvo un vaso de agua fría. 

No me doy cuenta en ningún momento que el aire está más espeso que de costumbre ni que hay otro perfume que flota en el aire y que no es el mío.

Desde mi iTunes pongo Fine Line en los altavoces del salón y me quedo mirando por las ventanas de la entrada a la calle donde todavía sigue aparcado el coche de Álvaro. Joder... debería llamar a Marco.

-Te has ido con él.

No es una pregunta. Y es su voz. Aquí y ahora, en mi casa. En Cervera. Está aquí.

-Sí -digo con la boquita pequeña, porque no puedo hacer más que aceptar la ola de culpabilidad que me tira hacia atrás como si estuviera en el mar.

-¿Le has besado?

-No.

-¿Querías?

¿Quería? La Emma irracional sí, quería. Pero estoy prometida con Marco. Él es el hombre de mi vida y él es el hombre con el que quiero despertar cada mañana.

-No.

Escucho como suspira aliviado y tira de mi mano para hacerme sentar sobre sus rodillas. Nos quedamos ahí callados durante varios minutos mientras Marco aspira el aroma de mi pelo y yo permanezco quieta, esperando que la tormenta de sentimientos pase y vuelva la calma que al fin Marco y yo habíamos conseguido en nuestras vidas.

-¿Por qué...?

-Es un amigo, Marco -salto a la defensiva-. Como Isco, Lucas o cualquiera. Lo que pasa es que no lo conoces y por eso te pones así.

-¿Así?

-A la defensiva, a lo macho gallito y eso no me gusta nada.

-Tengo miedo a perderte, entiéndeme.

-¿Y eso justifica que te hagas setecientos quilómetros en plena noche? ¿Y si te hubiera pasado algo?

-Necesitaba estar contigo, nena...

-No vas a perderme -digo después de un largo silencio-. Estoy prometida, contigo. Vamos a casarnos, a tener hijos que se cuelguen de tus rodillas. No vas a perderme por más que salga a cenar con un amigo, Marco. Has de entender eso, tu también tienes amigas...

-No me iría a cenar con Sara solos ni por un millón -me mira con esa media sonrisa suya y vuelvo a sentirme en paz.

-Ya me entiendes, orangután de la jungla -sonrío apretando los labios y me acurruco contra su pecho. Aspiro el aroma de su piel, rozo su cuello con la nariz y vuelvo a sentirme en casa. Él es mi casa.

Marco tarda relativamente poco en subirme a horcajadas sobre él. Nos besamos con necesidad, buscando nuestras lenguas y enredándolas, saboreando nuestro sabor. El ambiente se calienta con facilidad y en un par de minutos sus manos se cuelan por debajo de mi blusa y empiezan a acariciar la piel sensible de mis pechos.

Mientras tanto yo jugueteo con su sudadera roída y tiro de ella para que se la quite. Despegamos nuestros labios por un segundo, lo justo para que el pedazo de tela salga volando por detrás del sofá y volvernos a unir otra vez.

Como ya es costumbre en nosotros, me alza en volandas como si no pesara más que una pluma y recorre la casa conmigo a cuestas despacio. Me echa sobre la cama con cuidado y se toma su tiempo recorriendo la piel desnuda de mi abdomen con los labios. Llega al dobladillo de los vaqueros y por inercia levanto la cintura hacia él, para que se deshaga de la maldita ropa restante entre nosotros.

-Marco... te necesito ya -gimoteo con un puchero para que se apure.

-No, nena no. -me mira con detenimiento desde arriba de una forma que consigue incluso ponerme nerviosa después de tantos años-. Hoy no voy follarte, Emma, voy a hacerte el amor, muy lento.

Se cuela dentro de mí con tal lentitud que creo que me voy a morir en ese preciso instante. Va besando poco a poco mi cuello, mis mejillas, la punta de la nariz, mis costillas, mis pechos y al fin me besa. Pero me besa de verdad.

Lo miro a los ojos y no veo nada más que toda nuestra historia y de fondo, Vetusta Morla. Escucho a Pucho  hablar de un manantial y de arañazos. Para cuando avecina que ya está aquí Marco y yo estamos empapados y sudados y le aviso que no voy a poder aguantar en esta posición mucho más.

-Espérame, cariño. Espera -Marco entra en mí con suavidad una, dos, y hasta cuatro veces más hasta que nos venimos juntos en un orgasmo brutal. 

Yo arqueo la espalda del colchón y el se agarra al cabezal con un gesto tan masculino que me da la sensación de que podría ser capaz de llegar de nuevo con esta visión. Da un pequeño gemido contenido entre dientes y tras ello sale de mí con suavidad, como si en verdad él quisiera quedarse ahí dentro mucho más tiempo, sintiéndonos verdaderamente unidos.

Me abraza cuando terminamos y yo recorro la piel de su pecho con las yemas de los dedos.

-Yo no quería casarme, ¿sabes? Pero llegaste tú y lo pusiste todo patas arriba -susurro sintiendo los latidos de su corazón.

-¿Yo te cambié de parecer?

-Sí...

-Nena... antes de ti no creía en un para siempre, pero por ti creo hasta en Dios, si hace falta.

Anything for you  [SAGA THINGS #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora