Capítulo 42

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Me dormí.

Debo admitir que estaba tan cansada que me dormí en cuanto Marco empezó a toquetearme los pies. Es que, por amor de Dios, daba unos masajes... Para flipar, con eso os lo digo todo.

Despierto con la boca seca como el esparto en nuestra cama. Busco a tientas mi móvil sobre la mesilla y lo enciendo para mirar la hora. Las dos y media. Son las dos y media de la madrugada y yo tengo un mal presentimiento. Eso, y muchísimas ganas de ir al baño.

Intento salir de la cama sin hacer demasiado ruido para no despertar a Marco que, otra cosa no, pero el sueño ligero al dormir juntos sí que era una de sus principales rarezas. Pongo el pie derecho en el suelo, nada. Continúo con el izquierdo y noto como suspira como suele hacer justo antes de despertarse. Mierda, pillada.

-¿A dónde vas? -me pregunta con la voz pausada de hablar en estado de duermevela.

-Al baño y a beber un vaso de agua, vuelve a dormir anda -tan solo hace falta que le acaricie la barba incipiente un par de veces para que vuelva a dejar caer la cabeza sobre la almohada y siga durmiendo.

Cuando llego al baño un pinchazo en lo bajo de mi barriga me alerta de que algo no va bien. Joder, es la misma sensación que cuando me tenía que bajar la... ¡Mierda! Voy corriendo de nuevo hasta la cama y aparto las sábanas de un manotazo.

-No, no, no... 

-Eh, ¿qué pasa? -Marco se incorpora todavía medio adormilado-. Emma, ¿qué te pasa?

Pero yo ya no soy capaz de hablar. Ahí, en mitad de las sábanas blancas veo una pequeña mancha roja. Una pequeña y maldita mancha rojo carmesí. La mirada de Marco baja de mis ojos hasta la mancha y, pese a que no le miro directamente a la cara, puedo notar como sus gestos cambian a una desolación silenciosa.



Me negué a ir a urgencias. Yo ya sabía que acababa de pasar, era muy consciente. Podría haberlo hecho por Marco, para que lo asumiera pero no era capaz de moverme. 

Había entrado en una especie de shock del que me costaría meses salir. Por más gente que viniera a hablar conmigo yo me mantuve sentada en el sofá, con la mirada perdida y ausente de todo lo que me decían. O al menos así me lo contaron porque a decir verdad yo no escuchaba a nadie. Mi cabeza repetía una y otra vez las mismas preguntas. ¿Por qué nosotros? ¿Y si no puedo ser madre? ¿Seré capaz de pasar página? 

Y yo, así sin actuar, sumida en una depresión y sin ni siquiera saberlo empecé a minar a Marco. Hasta que hubo un punto en que crucé una línea. Línea la cual no debí de haber cruzado; no hacía nada más que mirar al frente y pensar. Y él... él por más que intentaba por todos los medios hacer que reaccionara nunca consiguió nada.

Ese fue el principio del fin.

Ese maldito aborto consiguió que de una forma sutil Marco no pudiera más y me dejase ir.


Anything for you  [SAGA THINGS #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora