Capítulo 2

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Elizabeth.

—¿Por qué no le pides la tarea? —pregunta Ka— Si no lo haces tú, lo haré yo.

—Ni se te ocurra —ruedo los ojos ante la insistencia de mi amiga— Ya le he pedido mucho.

—Igual te la dará —alega Ka.

Aunque no me guste admitirlo, Ka tiene razón. Mi amiga me mira con una sonrisa sabiendo que he caído ante la tentación aunque no hice mucho para oponerme.

—¡Hey, Becca! —la saludo besando su mejilla, ella se limpia el resto del labial con la palma de su mano a lo que yo le sonrío.

—Deja de hacerlo —dice entredientes.

—No seas amargada —digo pasando una mano por sus hombros— ¿Hiciste la tarea?

Le pregunto por educación, sé que la hizo, es extremadamente organizada y responsable.

—Sí.

—¿Me das copia? —pregunto sin descaro, está a punto de asentir con la cabeza pero la veo dudar. ¡Joder!— ¿Qué?

—Con una condición —levanto una ceja intrigada, Rebecca pidiendo algo a cambio, interesante.

—A ver, ¿qué tiene para pedir Rebecca Arango?

—Deja de besar mi mejilla.

Me río a carcajadas de su petición, Becca es una ternura.

—Vale —digo extendiendo mi mano.

Una sonrisa de satisfacción se asoma en sus labios rosados y algo dentro de mí se enciende ¿tanto así le molestan mis besos? Busca en su maleta gris su cuaderno, me lo entrega, le tomo fotos a su tarea y se lo entrego de vuelta.

Rebecca se cuelga el maletín en su espalda dispuesta a irse porque está obsesionada con la puntualidad y esas estupideces, antes de que se vaya la jalo hacía mí y le sonrío dejando un sonoro beso en su frente.

—¡Gracias, Becca!

—¡Elizabeth! —se queja enojada mientras el color rojo se sube a su rostro, me río y voy junto Karla.

—¿Qué le has hecho a la pobre? —pregunta riendo.

—¡Nada! —me defiendo— No le gusta mi cariño —digo besando la mejilla de Ka.

—¿Quién rechazaría los besos de Elizabeth Monserrat? Solo una chica tan rara como ella.

—¿Sabes que es lo más raro? —pregunto de forma retórica— Vive sola y tiene como 16, no hay ni una sola foto de ella o su familia en toda la casa y después de hacer sus deberes a las 4 en punto se va a algún lugar y vuelve a las 7.

—¿Todos los días? —pregunta mi mejor amiga.

—¡Incluso los fines de semana!

—Seguro tiene una cita con un psiquiatra para tratar su rareza —bromea.

—Sí —digo riendo.

Esa no es la razón, estoy segura porque Becca ya trabaja con Mario entre semana de 7 a 8 de la mañana, Mario es su psicólogo, más bien, nuestro, aunque nadie sabe que voy al psicólogo a excepción de la misma Becca.

Ella es algo peculiar, no se ha molestado ni siquiera en preguntarme porqué me mudé de mi casa o en pedirme dinero a cambio, es extrañamente desinteresada, no se preocupa por lo que pasa a su al rededor, vive en su propio mundo.

Hace semanas que tengo curiosidad sobre lo que hace en la tarde después de los deberes, así que decidí seguirla, lo que fue una pésima idea, se detuvo delante de una casa que se veía un poco abandonada, se quitó sus audífonos y se volteó a observarme mientras yo por mi parte intentaba fingir que iba hacia la casa de al lado.

Hasta el fin del mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora