Capítulo 3

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Rebecca.

Preparo mi cama siendo consciente de que lo estoy haciendo más lento de lo normal pese a que me he quedado 3 minutos de más acostada sobre la cama y que he tardado 6 minutos más en la ducha. ¿La razón? No quiero bajar a verle la cara a Elizabeth. Porque este calor que provocó en mí no se ha apagado con el tiempo como con los otros. No entiendo porqué pretendía que me metiera en problemas porque sí, solo porque ella lo demandaba. Es diferente que me pida los apuntes de la clase a que me pida que dañe físicamente a otros.

Cuando la puerta se abre y se cierra, salgo a paso ligero para tomar alguna comida rápida de la nevera, me sobresalto al encontrarla recostada sobre la pared de brazos cruzados. Su ceja elevada me hace dar cuenta que lo hizo a propósito.

—Buenos días, Becca —su voz se oye un poco ronca.

Detallo su rostro, la pomada ha hecho que su moretón disminuyera, la cortada en su labio sigue ahí. La llama en mi interior crece sin previo aviso y estiro las palmas de mis manos para que no tomen vida propia y se formen en puños.

—Hola.

Paso de ella, tomo una fruta y salgo hacia la escuela. He perdido mi tiempo, mañana saldré más temprano en vez de más tarde, de nada sirvió si igual la veo frente a mí. Me pongo mis auriculares y aumentó la velocidad para ir a la escuela. Entro en la habitación donde Mario está sentado sobre su sillón con cara de pocos amigos.

—Me estabas preocupando, Rebecca —avisa con una enorme sonrisa.

—Sí.

Mario me da un abrazo que yo decido romper al cabo de unos segundos. Me molesta el contacto físico. Empieza preguntándome la misma clase de preguntas de siempre, ¿cómo estuvo el día de ayer? , ¿cómo me sentí?, si rompí con mi rutina, etc.

—A ver, dime ¿qué tienes? —pregunta después de un rato.

—Nada —respondo tomando uno de sus dulces.

—Rebecca, sabes que puedes confiar en mí, ¿hace cuánto nos conocemos? —pregunta acompañándome a comer otro dulce, sé que me está imitando para que inconscientemente confíe en él— ¿seis años? ¿Siete?

—Seis y medio.

—¡Exacto! —responde riendo— Cuando conoces a alguien por mucho tiempo, aprendes a saber cuando hay algo mal en ellos —me pregunto si hay algo mal en Elizabeth, porque una chica de su edad debe dormir 7 u 8 horas, no 3, además, no debe dejar la puerta del baño abierta después de usarlo, en definitiva hay algo malo.

—¿Solo cuando conoces a alguien por años puedes saber si está bien o mal? —lo interrumpo.

—No, a veces no necesitas mucho tiempo para conocer a alguien, es cuestión de poner atención a los detalles de la otra persona.

He puesto mucha atención a Elizabeth, conozco todo lo que hace, aunque ella diga que odia mis rutinas ella también tiene una, que incluye cosas que no son de mi agrado, como tirarse en mi sofá. Supongo que incluso alguien como ella tiene una forma de hacer las cosas. Ahora, el señor Daniel siempre me ha dicho que beber alcohol es malo, que las drogas son malas, son nuestros enemigos y nunca debemos dejar que ganen la batalla. Pero desde que conocí a Elizabeth la he visto bebiendo, y respecto a las drogas... Sospecho que también las usa. Es algo normal en ella, y no significa que esté bien. De nuevo algo quema dentro de mí. ¿Por qué me estoy enojando?

—Odio esto —pienso en voz alta.

Mario me mira interrogante y decido hablarle de lo que siento, porque a mí me va la historia, y a él los sentimientos, y debo admitir que no entiendo lo que me pasa.

Hasta el fin del mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora