Capítulo 5

521 59 0
                                    

Terminé la tarea que parecía increíble, hice las ventajas y desventajas de que Elizabeth viviera conmigo, tardé mucho porque no era una tarea normal, esta iba a cambiar mi vida. Cuando me hice más emociones que huesos decidí que era suficiente, no podía soportar tanto, prefería mi vida normal. No puso peros cuando le dije que se marchara, tan solo lo hizo. Los siguientes días, mis días volvieron a ser los mismos, mi rutina volvió a la normalidad, sin interrupciones ni alteraciones, lo que necesitaba. A Elizabeth la encontraba en algunas clases, cuando no estaba muy distraída con sus amigos me saludaba y se despedía con un beso en la mejilla. Cuando coincidimos a las afueras de la casa del señor Daniel, Elizabeth me saluda con un movimiento de cabeza, y siento que algo me falta. Ahora la encimera está libre de cualquier gota, la puerta del baño permanece cerrada, no hay música a todo volumen, todo está más calmado, y aunque no suene lógico, siento que algo no está bien. He investigado, y creo que es porque me había acostumbrado a ella y sus costumbres. En Internet dice que la cura era el tiempo, es una lástima que mi percepción del tiempo haya sido alterada y los segundos se sientan horas. Ayer en la noche alguien interrumpió mi práctica con el abuelo, me emocioné creyendo que iba a encontrar a Elizabeth al abrir la puerta, en su lugar encontré a un hombre grande, tanto de altura como de ancho.

—Hola.

—Hola —responde el señor Daniel con su típica cara de no quiero ver a nadie.

Vuelvo al patio a recrear el movimiento que el señor Daniel me estaba enseñando.

—Rebecca —el señor Daniel me mira sonriendo— Este hombre quiere hablar contigo.

Me acerco al hombre grande, no me intimida, se me hace conocido pero no recuerdo bien de dónde.

—María organiza una fiesta sorpresa para Elizabeth el día de mañana a las 8.

Tenía en mente preguntarle quien era María, pero al escuchar el nombre de mi antigua compañera de cuarto  yo solo lo olvidé. Ahora lo recuerdo, es el hombre de seguridad de la taberna.

—¿Por qué?

—Para celebrar su cumpleaños —dice con una pequeña sonrisa— Queríamos invitarte.

—Gracias.

Cumpleaños. No recordaba haber ido a uno desde... No sé.

—¿Dónde es? —pregunta el señor Daniel por mí. Lo había olvidado.

—En la casa de al lado —responde no muy convencido el hombre de seguridad.

—Gracias —repito volviendo al lugar de entreno.

—¿Irás?

Asiento con la cabeza dándole un golpe al saco de boxeo. Fiesta de cumpleaños. El hombre se marcha y yo quedo con muchas dudas. ¿Cuántos años cumple? ¿Cómo debo ir vestida? ¿Por qué se llama fiesta sorpresa?

—Señor Daniel —digo antes de salir— ¿Debo llevar un regalo?

Él me sonríe y me invita a sentarme en su sala

—Si quieres hacerlo, hazlo.

Entiendo lo que me dice, el señor Daniel se queda sentado y es mi oportunidad de resolver todas mis dudas. Ahora sé que no debo comentarle nada a Elizabeth porque no sabe de la fiesta, que ella va a quedar sorprendida cuando todos griten sorpresa, él me dice que probablemente haya mucha gente y alcohol, que no es mi deber quedarme hasta que se acabe la fiesta. Lo único que no me dice es cuántos años cumple ni cómo debo vestir.

Al día siguiente después de las clases. Pienso en el regalo indicado, lo que más le gusta a ella. Alcohol, drogas, sexo, pastillas, dejar la puerta abierta... No puedo regalarle nada de esas cosas (o eso creía). ¡Lo tengo! Elizabeth siempre usa dos manillas en su mano izquierda. Nunca se las quita. Voy a un centro comercial en busca de la manilla perfecta, no la encuentro, voy a otro, y a otro, y a otro. Cuando salgo del último noto que ya es de noche. Son las 7:32. Mierda, no puedes llegar a una fiesta sorpresa tarde porque ¡es una fiesta sorpresa! Salgo corriendo a pedir un taxi y en la calle hay un pequeño puesto de manillas y collares artesanales. Un collar me engancha del todo, es muy simple, solo es una cuerda con una piedra alargada de color azul en medio.

Hasta el fin del mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora