Capítulo 1

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Rebecca.

Observo a Mario con cautela, no entiendo qué lo ha motivado a proponer tal idea, porque sí, me he dado cuenta que las personas a mí al rededor tienen una razón por la que actuar, nunca actúan porque sí, siempre hay una causa o un motivo. En este momento no entendía por qué pensaba que sería una buena idea que la chica sentada a mí lado de piernas cruzadas se quedara a vivir en el cuarto que estaba disponible en casa.

—¿Rebecca? —me pregunta el hombre barbudo que he estado visitando de lunes a viernes una hora al día— ¿Tienes algún problema con que Elizabeth se quede en tu casa?

—Me da igual.

—¡Perfecto! —dice llevando las manos al aire.

—¿Estás segura? —pregunta la chica castaña— Solo serán algunos días mientras encuentro un trabajo.

Me encojo de hombros a modo de respuesta. El timbre sonará en dos minutos, lo que significa que voy 30 segundos tarde hacia mi clase de geografía, me levanto con mis cosas caminando un poco más rápido de lo que suelo, el señor Daniel me ha dicho que la puntualidad es uno de los aspectos más importantes de una persona, porque cuando estás supuesto a llegar a un lugar en cierto momento, es como hacer una promesa y las promesas nunca se incumplen.

El tema de la clase es la segunda guerra mundial, he aprendido mucho del tema leyendo los libros que el señor Daniel ha dejado en la biblioteca, aun así presto atención a lo que dice la profesora que se nota ha puesto empeño en preparar la clase.

En clase de matemáticas pasa todo lo contrario, el profesor no pone suficiente esfuerzo para que sus clases sean amenas, logro entender lo que dice sobre funciones logarítmica y límites, lo veo enredarse con sus propias explicaciones, me doy cuenta cuando se equivoca en algún procedimiento, no digo nada, él continúa sin percatarse del error para terminar con un resultado equívoco. Lo observo nervioso observando el libro y el tablero seguro buscando su error, los estudiantes no se dan por enterados, siguen hablando entre ellos o molestando.

—A ver, jóvenes —llama la atención el profesor— Hay un error en el ejercicio...

—¿Otra vez se equivocó? —pregunta en tono burlesco un chico.

—No, Julio —responde el profesor. Está mintiendo— El error lo he puesto a propósito para ver si estaban poniendo atención, pero veo que no —ahora intenta culparnos— El que encuentre el error no presenta el examen final.

¿No es curioso? ¿Cómo un profesional como él no admite sus errores e intenta culpar a los demás? Pensaba que era cosa de niños.

Los estudiantes dejan de jugar y en seguida se hacen en grupos para comentar entre ellos donde puede estar el error.

—Oye —la castaña está sentada a mi lado jugando con su cabello. No sabía que asistimos a la misma clase— Gracias por lo que haces por mí.

Asiento con la cabeza aunque yo no esté haciendo nada por ella. Una chica a su lado le susurra algo en el oído mientras me observan, vuelvo mi mirada al frente hacia el tablero, hago el proceso en mi mente para obtener el resultado correcto.

—¡Becca! —escucho la voz de la chica de nuevo— ¡Becca! —vuelve a decir, esta vez me toma del hombro.

—Rebecca —la corrijo, ella me mira sonriendo.

—Vale, Becca —dice ignorándome— ¿Sabes la respuesta? —susurra, asiento con la cabeza.

—¡Te lo dije! —dice la chica a su lado. Elizabeth le da una mirada de reprimenda y se aclara la garganta.

Hasta el fin del mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora