Capítulo 22

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Elizabeth.

—No entiendo cómo pueden dejar entrar a gente como tú —respondo tragándome mi orgullo.

Becca me mira con nada más que culpa en los ojos. Escucho el forcejeo que tiene Edward con el fortachón, una vez lo han sacado, reprimo mis sentimientos para no estallar. He sido engañada todo este tiempo por las personas que más quiero en mi vida.

—Eli te puedo explicar —mi mirada se dirige hacia quien se supone es mi mejor amiga.

Ka pierde la seguridad con la que hablaba enseguida, le doy la oportunidad de hablar, aunque no quiero que sea ella quien me lo explique, Ka guarda silencio. Me acerco hacia Rebecca esperando que se digne a intentar explicarlo, sus ojos dejaron atrás la culpa y volvieron a ser un cielo de desconcierto.

—Llegaremos tarde —murmuro.

Sinceramente no me importa si ese par llega o no a la escuela. ¿A quién engaño? La realidad es que Becca y Ka no llegaron a la escuela.

Jamás en mi vida me había sentido tan dependiente de alguien, como si yo fuera un títere y Becca fuera la persona que maneja las cuerdas. Me siento tan impotente ante todo.

Me voy antes del último timbre que anuncia el fin de clases, y camino sin rumbo alguno, no quiero ir al apartamento y recordar que no sólo el apartamento es propiedad de Becca sino todo el edificio. Estoy tan cansada de todo, de depender de los demás.

He estado ignorando las llamadas de Karla, no quiero apagar el celular porque tengo la esperanza de que Becca va a llamar. Me siento en la acera esperando esa llamada que nunca llega. Ella ni siquiera hace un esfuerzo por aclarar las cosas, ¿es que no le importa?

—¿Estás bien? —me sobresalto al escuchar la voz de una chica— Tranquila —dice riendo— Está helando acá afuera ¿no crees?

La chica es de piel morena, ojos verdes, y pelo castaño rizado. Su sonrisa se ve amigable y ese par de hoyuelos en sus mejillas son adorables. La chica se abraza a sí misma, me doy cuenta de que ha anochecido y yo he pasado toda la tarde aquí sentada.

—Estoy bien —digo intentando devolverle la sonrisa.

—¿Segura?

—No podría ser mejor —respondo con sarcasmo.

—¿Qué tal si tú y yo vamos por allá? —me señala una especie de cafetería detrás de mí— Y me cuentas porqué estás así mientras te invito un café... Y si lo que quieres es venganza, puedo ayudarte a hackear a quien quieras.

—Eres muy amable —digo poniéndome de pie— Pero no salgo con desconocidas.

—Eso no es ningún problema, me llamo Gia ¿y tú? —me ofrece su mano.

Gia no borra la sonrisa entusiasta de sus labios. Me agrada su actitud.

—Elizabeth, puedes llamarme Eli.

Gia y yo terminamos en un bar en vez de en una cafetería, le conté el gran problema que tenía con Karla, Santiago y Becca, no pude decirle mi relación con Becca porque bueno, no éramos nada oficial. Gia me dijo que había venido porque su padre es abogado y tenía un nuevo caso en la ciudad (al parecer el padre de Gia es el mejor abogado del país y nunca ha perdido un solo caso) además aprovecharía para pasar la navidad con toda su familia. Esa noche no recuerdo como volví al apartamento.

Becca no se ha atrevido a buscarme en estos dos días, ya ni siquiera va a la escuela, he tenido ganas de llamarla, pero no puedo perder mi dignidad así. En cuanto a Karla, ha intentado establecer una conversación en vano. Santiago no entiende por qué no le dirijo la palabra.

Hasta el fin del mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora