Capítulo 35

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Elizabeth.

Mi itinerario en la universidad es bastante ajustado, entre las clases, los trabajos y el estudio casi no me queda tiempo de nada, la parte maravillosa era que ahora Becca estaba a mí lado, hablo de manera muy literal, Becca solo se despega de mí cuando tiene clases, y no me molesta en lo absoluto.

—Este lugar es una pérdida de dinero —dice ella viendo a 4 esquinas.

—Deberíamos convertirlo en un lugar más acorde a su nombre —propongo— No me molestaría si la paga aumenta.

Volteo a ver a Becca que me mira con seriedad. Se ve muy tierna enojada.

—¿Por qué no empezar por comprar unas buenas sillas? —dice intentando ignorar mi comentario.

—Es mejor así, si las sillas estuvieran buenas, este lugar estaría repleto gracias a mis exquisitos sándwiches y entonces no estaríamos teniendo esta conversación —le digo sonriendo.

—Hace mucho que no como algo hecho por ti —me dice inclinándose ante el mostrador— Dame lo mejor que tengas —pide mordiendo su labio.

Voy a ser sincera, me ha puesto caliente ¡Su estúpida frase me ha puesto caliente! Y lo peor de todo es que sospecho que lo ha hecho a propósito. Necesito sexo ahora mismo ¿Hace cuánto no tenía sexo? ¿1 semana? Maldición. Yo no quiero sexo, quiero sexo con Becca... eso fue hace más de 3 años.

—En seguida —digo enfocando mi mente en prepararle un sándwich. Veo que Becca rodea el puesto de comida— ¿Qué haces? —pregunto buscándola.

—Quiero aprender —responde cuando ya está adentro.

Su presencia me pone nerviosa, el espacio es suficiente para dos personas, sin embargos, ella está a menos de 1 centímetro, 1 movimiento en falso y terminaré rozando sus pechos. ¿Qué le pasa a ella? ¿Desde cuándo es tan... provocativa?

—¿Me pasas los tomates? —pregunto señalando el refrigerador que está al otro lado del pequeño espacio.

—No. Primero hay que ponerle la salsa —su aliento choca contra mi oído.

—A ti no te gusta la salsa.

—Estas se ven bien —alarga su mano para alcanzar las salsas que de forma oportuna están más cerca de mí que de ella, sus pechos rozan contra mi espalda.

Maldición. Necesito calmarme.

Decido voltearme para evitar el contacto de sus pechos. Pésima idea. Ahora no solo estaba tentada por sus pechos sino por sus labios.

—¿Quién eres tú y dónde dejaste a Rebecca? —ella frunce el ceño.

—¿Por qué me llamas así?

—¡Qué pena! Pensé que así te llamabas —digo con una sonrisa, el recuerdo de cómo se alteró cuando Amy la llamó "Becca" me revive las mariposas en mi estómago.

—Sabes a lo que me refiero —responde rodando los ojos.

—¿A qué te refieres? —pregunto haciéndome la boba, me tomo la libertad de acomodar un mechón de cabello detrás de su oreja. Becca me sonríe y antes de poder responder alguien la interrumpe.

—¿Disculpen? —me volteo hacia la dueña de la voz. Amy tiene su vista clavada en Becca. Se nota que la pobre no ha dormido en días— ¿Por qué no respondes mis llamadas?

¿Le estaba reclamando? ¿Quién se cree? Ay, Amy me caía muy bien, pero...

Inhala, exhala. Tú y Becca solo son amigas

...¿con derecho a roce o qué?

¡No!

—Porque no quería hablar contigo.

Hasta el fin del mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora