Elizabeth.
Me siento frente a ella con una sonrisa en los labios, la cual a pesar de mi dolor es sincera. Verla me hace sonreír, intento no desanimarme al ver que ella no me devuelve la sonrisa como suele hacerlo, pero me es imposible. ¿Quién diría que iba a echar tanto de menos verla sonreír? Una vez que Ka, Zeus y Santi llegan, Becca da por iniciada la sesión de estudio... Sí, ella es una mujer de palabra.
Presto atención a las explicaciones de Becca y después intento hacer los ejercicios, sin embargo, mi cabeza está hecha un lío lo que me hace más complicado entender lo que hago.
Rebecca empieza a dar un discurso motivacional porque el examen de la universidad está a tan solo 2 días. No alcanzo a comprender por qué sigue apoyándome después de que la traicioné sin querer. Su discurso me está dando ganas de llorar, Rebecca espera que entremos a la universidad, en el fondo sé que está diciendo todas esas palabras para todos porque no es capaz de dármelas a mí. No me ha dirigido la palabra desde entonces.
—... Es tiempo de que sean sus propios héroes —murmura Becca por lo bajo.
Sus ojos no se clavan en los míos por más de dos segundos y me duele. Quisiera tomarla de las mejillas y decirle todo lo que debí decirle cuando Ka me lo advirtió, pero eso ya lo hice hace unos días, fue en vano. Becca pasa todo el tiempo en la escuela o en la biblioteca, solo viene a casa cuando es hora de dormir, no quise admitir que era por mi causa, entonces decidí probarlo, pasé toda una semana afuera, fui a fiestas de desconocidos, me pasé de tragos, probé un par de drogas, falté a la escuela unos días, cuando volví, tenía la esperanza de que Becca estuviera preocupada por mí, pero Ka me confirmó que Becca había vuelto a su rutina diaria y no había preguntado por mí ni por error. Ella ya no siente nada...
Becca me olvida y al instante regresan las pesadillas y el vacío de mi pecho, solo que ahora es más grande, tal vez no era exactamente un vacío sino un hoyo negro que devoraba cualquier intento de mis amigos por hacerme sentir mejor.
No existe alcohol o alucinógeno que me haga dejar de sentir lo que siento por ella. Me mata cada vez que me ignora, me mata no verla, me mata que ya no sonría, me mata que me olvide.
Me pregunto ¿por qué no había sentido un dolor así antes? Me encantaría seguir siendo optimista y decir que esto lo vamos a superar como cualquier otra estúpida pelea que hemos tenido antes, pero simplemente no puedo. Aunque Becca alegue haberme perdonado, veo en sus ojos que no tiene reversa, ya tomo una decisión. Y esa decisión es dejarme.
—¡Ha estado estupendo! —Zeus es el primero en tomar sus cosas— Gracias, chicos. Son lo mejor.
Lo veo abrazar a Becca para despedirse y no puedo evitar sentir un poco de celos.
—Te acompaño —me apresuro a decir.
Zeus no se ve nada de acuerdo con mi afirmación, pero no le doy tiempo para quejarse, me dirijo a la puerta y lo espero allí.
—No me jodas, Elizabeth —dice caminando a paso ligero, me cuesta un poco alcanzarlo, tengo que dejar el orgullo a un lado.
—Créeme que lo que menos me importa es joderte. Quiero saber de...
—Disculpa, me equivoqué —dice en tono sarcástico— No la jodas, Elizabeth.
—¡Zeus! —le grito cuando lo veo alejarse más rápido— Eres el único con el que habla y necesito saber...
El chico de rizos se frena y se devuelve hasta estar frente a mí.
—¿Qué quieres saber? —pregunta en tono rudo— ¿acaso quieres saber qué tan dolida está, o tal vez, si aún tienen una oportunidad? —él suelta una risa amarga— Tú ya sabes las respuestas. Te lo advierto una vez más, Elizabeth. No la jodas más. Ya le hiciste suficiente.
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Hasta el fin del mundo.
RandomLa vida de Elizabeth está a punto de cambiar para siempre, ha vivido su corta vida huyendo de los demonios que persiguen a su familia, falta de dinero, adicciones, violencia y enfermedades. Elizabeth Monserrat termina viviendo junto a la chica más e...