Capítulo 44

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Elizabeth.

Un sonido espeluznante me hace levantar de un brinco, mi cerebro tarda unos segundos en darse cuenta de que es una canción de rock a todo volumen, el sonido va disminuyendo hasta quedar de fondo, miro el equipo de sonido buscando al culpable.

—¿Estabas dormida, Liza? Lo siento tanto.

—Tenías que ser tú —me quejo— A ti nadie te invitó, Zeus.

Me siento sobre el sofá aliviada de que no moriré.

—Deja de ser tan infantil.

¿Escuché bien?

—¡Wow! —exclama Zeus. Sí escuché bien— ¿Tú por qué la defiendes? Aquí está pasando algo.

Volteo a ver al amor de mi vida que se aproxima hacia mí con una taza en sus manos. Le sonrío de oreja a oreja y ella me ofrece una leve sonrisa.

—Porque es mi esposa y tiene que velar por mí —le enseño la lengua a Zeus y él repite el gesto.

—No, no, necesito saber la razón —dice él corriendo hasta sentarse a mi lado— Me estoy perdiendo de algo, esa noche de chicas las puso a todas como sensible o no sé.

—¿Unidas? —pregunta Becca entregándome la taza de chocolate.

Es cierto eso de que los bebés lo cambian todo.

—¿Quién encendió el radio a todo volumen? —Gia va bajando las escaleras— Ni respondas, Zeus. ¿Te despertó, Eli?

—No —responde Zeus con nervios, sin dudas, le gusta Gia— Ella ya estaba despierta.

Gia lo fulmina con la mirada y me mira a mí, yo asiento con la cabeza en respuesta a su pregunta.

—Eres hombre muerto, Zeus.

—Locas —dice Zeus— Las puso a todas más locas.

Zeus arranca a correr y Gia le pisa los talones, es bastante rápida. Los veo por la ventana corriendo en la playa como un par de enamorados.

—¿Qué quieres desayunar? —me pregunta con ternura.

—A ti —me inclino sobre ella— ¿Me acompañas al baño?

—Ok —responde con una sonrisa de medio lado.

Vamos al baño, es algo pequeño, me lanzo al ataque porque hace 2 días que no follamos y ya es mucho tiempo para mí. Becca sigue en su faceta dominante así que dejo que ella lleve las riendas, todo lo que hace me parece sexy, incluso la manera en la que su pecho se infla al inhalar es sexy. Todo era sexy, hasta que...

Su lengua recorre mi cuello mientras sus dedos encuentran el camino hacia mi zona íntima acariciando los bordes. Su paciencia me está volviendo loca.

—Hazlo —suplico con voz ronca.

Los labios de Becca se encuentran con los míos, se separa pasando su lengua por la comisura de mis labios. Sus dedos no hacen nada más que leves caricias. Suelto un pequeño gemido en sus labios y su sonrisa se hace inmensa.

—Vamos, Becca —le pido cerrando los ojos.

—Me gusta escucharte gemir —susurra con voz igual de ronca.

—Ah —gimo— ¿Esperas una carta de invitación? —le reclamo frustrada.

La escucho reír, vuelve a devorar mis labios, sus manos se apartan de mi vagina para tomarme de las muñecas, me empuja hacia la pared y presiona su cuerpo contra el mío, sus besos bajan por mi cuello hasta llegar a mis pezones.

Hasta el fin del mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora