Capítulo 11

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Elizabeth

Se hizo de noche, encontré una cabaña abandonada, dejé la maleta sobre el suelo y me senté mirando hacia arriba, el techo está incompleto y puedo ver las estrellas desde aquí. La he liado.

Escucho el woki toki de mi maleta, no es como hace unos minutos, ahora son varias voces.

—¿Dónde estás, Elizabeth? —es la voz de Mario.

Entonces, Becca volvió a las cabañas. ¿Cómo puede ser tan inconsciente? Ella misma dijo que no alcanzaríamos a volver.

—Hola ¿me escuchas? —esta vez es Santi— ¿Eli, estás ahí?

—¡No puede ser! —lloriquea Ka— ¡¿Cómo puedes ser tan irresponsable, Rebecca?! Por tu culpa...

—Estoy en una cabaña abandonada, estoy bien. Volveré mañana. Cambio —digo presionando el botón para que me escuchen.

Ka, Santi, Zeus y Mario me atacan con más preguntas. Yo necesito estar sola así que los ignoro por completo. Me acuesto mirando al cielo, deseando que todo fuera un sueño.

Y lo era, un sueño muy malo, una completa pesadilla.

Si hace unos meses alguien me hubiera dicho que Rebecca Arango se convertiría en la persona más importante de mi vida, que estaría acostada en el sucio suelo de una cabaña con ganas de llorar a causa de mis sentimientos por ella, por supuesto que me hubiera reído en sus caras. Siento una presión en el pecho que no me deja ni siquiera cerrar los ojos. A lo mejor Becca puede superar esto y seguir siendo mi amiga, y al fin de cuentas yo saldré ganando porque habré probado sus labios... ¿Esto cuenta como violación? Digo, ella no quería besarme y la besé no fue a la fuerza pero... Maldición. Soy una abusiva. ¿Cómo voy a seguir viviendo bajo el mismo techo? Ahora puede que ella piense que la volveré a besar o algo peor. ¿Estoy exagerando? ¿Ya perdí la cordura? Mi estómago suena como un trueno y el hambre vuelve a mí. Comer solo el desayuno no fue buena idea.

Pierdo la noción del tiempo observando el cielo, escucho que llaman mi nombre una y otra vez. Me levanto para quitarle las baterías al woki toki.

—¡Eli, cariño! —escucho gritar a Santi.

Lanzo el woki toki al carajo asustada. Debe estar endemoniado.

—¡Eli! —escucho a Ka.

Espera... Eso fue aquí. Me pongo de pie y veo unas luces alumbrando algunas partes del bosque, no están muy lejos de aquí. ¿Vinieron a buscarme? Los amo tanto.

Camino hacia ellos hasta que uno de ellos me alumbra con la linterna en la cara.

—¿Planeas dejarme ciega? —me cubro los ojos y siento unos brazos rodearme.

—¡No vuelvas a hacerme esto, estúpida! —reclama Ka casi sollozando. Recibo su abrazo y pronto otro par de brazos se incorporan en el abrazo— ¿Cómo se te ocurre huir así en medio de la nada?

—Vale, vale, lo siento —digo rompiendo el contacto— ¿Traen algo de comer?

—Tenemos maní y unos frutos secos —murmura Ka buscando en su maleta. Santi me analiza de arriba a abajo. Ambos están sudoroso y no tengo idea de cuánto llevan caminando. Sé que ellos siempre van a estar ahí para mí como yo estaré para ellos.

—Los amo, chicos —digo volviendo a abrazarlos— Gracias por venir a buscarme.

—Ay, Eli —susurra Ka— Lamento haber actuado así en la mañana.

Santi se aleja un poco de nosotros con un woki toki en la mano. No ha dicho nada porque está muy enojado y al contrario de Ka, prefiere callar.

Mi mejor amiga me entrega un paquete de maní y me apresuro a abrirlo, muero de hambre.

Hasta el fin del mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora