Recuperando al poeta/Perdiendo la inocencia IV

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Pre- coro

 

Y vamos a dejar a las aves marinas llorar

Dejaré a las aves marinas llorar

 

Estribillo

 

Protegeré al rey

Protegeré al rey

Estará a salvo de las bestias oscuras

que aguardan, sedientas

en esa casa sobre lo alto de la roca

 

***

 

Ciri se durmió en brazos de Mistle, pero atrajo a Jaskier a aquellos sueños enlazados al destino que tenían un gusto amargo de distancia.

El bardo no tenía idea en el vórtice de locura al que la joven Ciri lo iba a introducir poco a poco a partir de aquel encuentro.

Abrió sus ojos y él estaba a su lado, tendido, totalmente dormido. Ciri se sorprendió, no era Mistle a su lado, sino él, y lo agradeció, ¡oh, lo agradeció a Melitele! Porque siempre había sido a él a quien había deseado… Solo él. Solo él…

Intentó comprender, pero su cabeza estaba confusa, el alcohol no la dejaba pensar con claridad… había bebido como nunca antes y no acababa de amigarse con el efecto confuso de su entorno dando vuelta y la visión doble que le acechaba.

Ella sonrió, quizás lo había deseado con tanta intensidad que, por fin, lo tenía a su merced.

Jaskier estaba vestido completamente y desplomado como si hubiera estado llevando a cabo un viaje tan agotador que el descanso era su único tesoro. Yacía derrumbado sobre el suelo, su mejilla que yacía sobre el polvo parecía regordeta, ella sonrió y pensó que le daría pena despertarlo. Rio, suavemente, juguetona por tenerlo a su lado (el alcohol le quitó la pena por despertarlo) y decidió que lo miraría un tiempo, pero que, finalmente, lo movería.

Ella sonrió, acarició sus cabellos marrones, sacudió su flequillo y tocó suavemente su mejilla. Jaskier, su sueño hecho realidad, volvía a estar a su lado. Se acostó a su lado y lo observó mientras dormía. Intentó centrar la mirada, que su nariz fuera una y sus labios uno también, que nada se mezclara con la vacilación de los efectos del alcohol, que todo fuera real. Se miró a sí misma, ella tenía solo su ropa interior y una camisa suelta, sin sostén… él estaba boca abajo, con su rostro girado a su lado y derrumbado, vencido por el cansancio de quién sabía qué. Porque Ciri no sabía que llevaban días enteros durmiendo a la intemperie, escondiéndose, cabalgado y comiendo poco, pobremente… por ella, para encontrarla, pero Ciri no lo sabía. Todo lo estaban haciendo para reunirse cuando antes… pero ella no lo sabía.

Ciri acarició su nariz con una sonrisa y descendió su dedo hasta su boca. Era simplemente hermoso a sus ojos. Luego acomodó sus cabellos y miró su cuerpo respirar una y otra vez, mientras dormía… Le tomó el brazo y se acurrucó sobre él. – Jaskier… - lo sacudió, incapaz de dejarlo dormir durante más tiempo a pesar de que era notorio que el bardo necesitaba el descanso; pero Ciri lo quería despierto, lo quería con ella. – Despierta… - susurró. El poeta arrugó su cara y se quejó, pero continuó durmiendo. Ella lo volvió a empujar. – Despierta, poeta.

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