Línea de destino I

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Jaskier y Essi ingresaron al interior de una sala llena de gente multicolor como aves del paraíso. El poeta se dirigió directamente hacia una majestuosa escalera de mármol que ambos escalaron. - Tranquila. Me estás agarrando con mucha fuerza. - sonrió Jaskier.

- Claro... recuerda cuando saliste huyendo despavorido de este condado. Bueno, me siento igual. Creo que todos están haciendo apuestas sobre mi corazón, Jaskier... te juro que tengo miedo.

- Tranquila, Ojazos. - volvió a reír él, mientras subían cada escalón.

Al llegar allí arriba había dos mujeres sentadas sobre unos bellísimos sillones magistrales, propios del condado. Ojazos vio a una mujer de cabellos castaños, ojos azules y una bellísima nariz pequeña y levemente respingada, casi perfecta sobre su rostro. Llevaba un peinado genial, artístico, sujeto con unas tiras de terciopelo y trabajado hasta el más nimio detalle, incluyendo en ello un rizo perfectamente geométrico en forma de media luna en la frente. De sus vestimentas, ni hablar, eran preciosas. La otra mujer, la de al lado, era una mujer morena, la igualaba en altura, según se podía apreciar, llevaba un vestido imponente al cuerpo de colores blanquecinos y cortados audazmente por detalles en negro y brillantes piedras negras que le daban un porte impresionante y llamativo. Sensual y atrevido, pero, a diferencia de la de cabellos castaños, la morena llevaba su cabello azabache suelto y regio. Indigno de realeza, digno de osadía. Simplemente envidiable, pensó Ojazos.

El chambelán Sebastian puso a ambos invitados frente a las dos mujeres y Jaskier hincó rodillas frente a éstas, así que Ojazos lo hizo de inmediato también. Él sabía que no era necesario mostrar semejante reverencia a una condesa, dado su propio título nobiliario. La única diferencia que radicaba entre conde y vizconde, para Jaskier, era que sus padres estaban vivos, de modo contrario él mismo sería conde de Lettenhove, puesto que el vizconde era aquel sustituto del conde para gobernar las tierras asignadas en su ausencia. Sin embargo, se inclinó, como cualquier plebeyo común, para acompañar a Ojazos, quien sí estaba obligada a hacerlo. No iba a quedarse de pie, mientras su hermana yacía con la mirada sobre el suelo.

La mujer de cabellos castaños se puso de pie de inmediato y caminó hacia él, Essi supo que aquella era Anna, y, dejando de lado el protocolo se arrodilló a su lado, levantó el mentón de Jaskier y lo besó en la mejilla de forma descarada. Ojazos quiso sacar su mano del agarre de él, pero el poeta no se lo permitió. La artista sentía que su corazón iba a salir de su pecho y se preguntó cuándo encontraría al primer asesino contratado por la condesa en su habitación para quitarle silenciosamente la vida.

Pero qué impertinente, si yo fuera Ciri o realmente su pareja, esa idiota vino a besarlo de entrada y sin miramientos, sobre su mejilla. Me ha dejado un mensaje clarito, que él le pertenece. Y bueno que yo estoy disfrutando un poco de todo esto, pero no tanto como para querer morir por una relación que ni siquiera tenemos... Ojazos dejó su cabeza mirando el suelo.

Anna separó sus labios de Jaskier, tomó sus manos y lo puso de pie. Jaskier tiró de Ojazos, para que se pusiera de pie a su lado. La poetisa, así lo hizo, sumisa, sin poder mirar a la condesa. - No quiero que vuelvas a inclinarte ante mí. - le dijo con una voz rítmica y bella, Anarietta de Beauclair. Luego, recién luego de haber marcado su territorio, posó los ojos sobre la poetisa. Ojazos sintió que la atravesó una estaca de hielo. Hubo silencio entre los tres.

- Excelentísima señora de Beauclair... - intervino Jaskier. - Es un placer volver a verla y le presento a mi prometida, Essi Daven. - Ojazos vio cómo uno de los ojos de la condesa pareció contraerse al escuchar "prometida". Mierda, de "pareja", pasamos a "prometidos". Más te vale Jaskier que no me asesinen porque mi espíritu te buscará en este mundo hasta que pagues por ello...

Lanza una moneda a tus brujosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora