Extrañas compañías III

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III

Ciri sabía que le seguían la pista. No a ella, precisamente, pero sí a los Ratas. Al parecer, (se había enterado en el camino) algún noble había dado mucho dinero por el grupo de bandoleros vivos o muertos... Y un mercenario de muy buena reputación estaba detrás de los jóvenes. Así que ella se había encargado de no llamar la atención, evitar visitar aldeas o sitios poblados para que no supieran que la joven Falka se encontraba vagando en solitario.

Los Ratas eran la sensación... todos los jóvenes azotados por la desconsideración de la guerra anhelaban ser como ellos: libres, jóvenes, juerguistas, temerarios y doctos en el uso de armas. En pocas palabras: respetados porque se les temía, dada la facilidad con la que asesinaban a quienes les molestaban... Nadie se metía con ellos, pues su reputación los precedía... pero al parecer, habían ido muy lejos, pues habían molestado lo suficiente a alguien como para poner un buen precio sobre sus cabezas, que, a decir verdad, ya lo habían tenido en el pasado, pero había sido una mierda, nadie se había molestado en tocarles los genitales a los jóvenes bandoleros por el ridículo monto ofrecido. Ahora la situación había cambiado.

Justo ahora, ¡maldición! Ahora que estoy sola, huyendo... que me decidí a seguir mi camino... nuestras cabezas tienen una buena recompensa... Tendré que ser muy precavida si quiero salir de esta vivita y coleando... Ciri miró la noche estrellada. Oh, Jaskier... si tan solo supieras quién he sido, las cosas que he hecho ¿Me querrías igual? ¿Me perdonarías? ¿Me abrazarías y besarías como lo haces? ¿Eres capaz de perdonar a una bandolera, una asesina despiadada?

Ciri también sabía que la comida que había robado a los Ratas se había acabado hacía tres días, y dado que había estado evitando aldeas, hacía tres días que no probaba bocado, a pesar de contar con dinero. Así que, pese a todas sus propias advertencias, había decidido que iría a una taberna a comer bocadillo y abastecerse para el resto del camino. Así que, la joven bruja pateó a su yegua negra, Kelpa la había llamado, y se lanzó a gran velocidad hacia Los Celos.

Los Celos era el nombre que había adoptado una aldea con una historia macabra, pensaba Ciri. Había oído que anteriormente había sido reconocida como "Birka", y había sido una aldea rica, bonita y situada en un lugar extraordinariamente pintoresco. Con colores vistosos que combinaban con las distintas estaciones del año y que alegraban los corazones de sus visitantes... Hasta que se produjo una tragedia:

Un elfo de una colonia élfica cercana, se enamoró como un loco de una molinera de Birka. La molinera coqueta se burló de los sentimientos del elfo y continuó echándose en los brazos de vecinos, conocidos y hasta parientes. Y así, comenzaron fuertes burlas al elfo por amar a una mujer tan ligera. Y, a pesar de la naturaleza pacífica de la raza élfica, éste tuvo un ataque de ira, rabia y celos y acabó por incendiar la aldea y convirtió en humo todo Birka.

Las gentes arruinadas por el infierno se hundieron moralmente, como solía suceder cuando acontecimientos tan nefastos tenían sitio en corazones compungidos. Ciri lo sabía, su corazón también se había hundido moralmente hasta que había vuelto a descansar sobre su guardián y protector, su amado Jaskier. Así que, la jovencita, podía interpretar bien el desasosiego de los aldeanos por haber perdido todo. Así, según contaba la leyenda, algunos aldeanos se lanzaron a los caminos, otros cayeron en la vagancia y la embriaguez. Y la aldea, otrora hermosa, se fundió en un paisaje de desesperación y pobreza.

Si vuelvo a Cintra, ¿encontraré el paisaje de Los Celos? Mis súbditos estarán desalentados, ebrios, desesperanzados... Qué triste, qué triste no haber sido consciente antes de que yo soy necesaria para la vida de tantas personas... Pero volveré a las tierras de Cintra. Volveré y los gobernaré con misericordia y justicia. Ciri miró el firmamento una vez más ¿Qué haré con Jaskier si soy reina? Jamás permitirán que él se una a mí en matrimonio... Ella se mordió el labio inferior. Él no tiene linaje real... Pero tampoco sería la primera vez que un conde acaba en matrimonio con una reina, ¿o sí? Y aún así, ¿él estaría interesado en gobernar todo un reino? ¿Convertirse en rey? Si lo conozco lo suficiente, creo que no. Ni siquiera toleró las responsabilidades de su condado... Ciri suspiró y acarició a Kelpa. – Pero tantas vidas dependen de mi soberanía, Kelpa que, si él no quisiera ser rey, sería mi eterno amante. Eso sí. – sonrió. La yegua continuó galopando como se le había solicitado al patear su abdomen.

Lanza una moneda a tus brujosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora