Lealtades y traiciones III

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Un hombre con aliento rancio agarró a Ciri y liberó un hechizo sobre Jaskier que lo dejó inmóvil en su sitio. Ciri sintió el cuerpo del bardo quedar duro como piedra, mientras ella perdía el agarre de su mano por la fuerza con que la habían tomado al doblar sobre aquella esquina.

- Ya verás, maldita princesa. - escuchó Ciri - Tan valiosa eres y yo, fíjate, que si te veo en otro sitio ni pierdo mi tiempo en darte atención. - ella se sacudió molesta, pero le dolieron las articulaciones, porque el hombre la había tomado de un modo brusco, y le había puesto las manos sobre su espalda, evitando así, que Ciri se hiciera con la espada de unos de los redanos asesinados por Jaskier que llevaba en la vaina. - ¿Y si te entrego a Emhry? ¿Me daría qué? ¿Dinero? ¿Tierras? ¿Títulos? ¿Qué dices a eso profetisa?

- Que eres un cerdo idiota ¡Eso digo! - se sacudió de nuevo. Ciri sentía rabia de que la hubieran tomado. La cercanía con Jaskier había derribado su concentración y no había sido capaz de ver a aquel hombre que ahora la sostenía. Se maldijo por ello, tendría que haber estado más atenta.

- A Vilgefortz o a Emhry, no sé a cuál de los dos entregarte. - dijo el hechicero que la sostenía (por sus ropas ella supo que era mago) ¿Vilgefortz? El hechicero que me había pedido que bailara con él... quiere entregarme al enemigo.

- ¡Déjame en paz! - se quejó Ciri y se sacudió diabólica, una vez más. El hombre rio cuando la pudo volver a sostener con fuerzas. - ¡Argh! - gritó por el dolor sobre sus articulaciones. ¿Quién es este imbécil? Miró a Jaskier, estaba paralizado en la posición que el mago lo había dejado, incapaz de hablar o hacer algo. Bastardo, mago hijo de puta... cuando tome mi espada, ya verás.

De golpe una lechuza gris voló sobre el hombre que la sostenía, Ciri se admiró de la presencia de aquel animal en aquellos sitios, ¿acaso era posible su presencia? Pero al poco tiempo llegó la respuesta: la lechuza le clavó las garras en el rostro al tipo que la sostenía. El tipo gritó y Ciri cayó al suelo. La lechuza ¡¡tenía que tratarse de Filippa!! Pero, ¿por qué la había ayudado? La última vez que había sabido de ella, era consejera en Redania, había estado en contra de Jaskier...

El hechicero llevó sus manos a los ojos, había sangre, gritó molesto y comenzó a farfullar un hechizo en la vieja lengua. No tuvo tiempo de terminar, pues una espada le cortó la cabeza.

El movimiento fue tan rápido que Ciri pensó que se trataba del viento, sintió el pesado cuerpo del hechicero caer como una roca al suelo, ya sin vida, y la sangre brotar a borbotones.

Todo sucedió como si el tiempo se hubiera detenido y corriera muy, muy lento, pero luego, cuando el movimiento estaba finalizando, Ciri fue capaz de ver una sombra, acompañada de un girón blanco... Cabellos blancos...

- ¡Geralt! - Ciri saltó sobre él, lo enlazó con sus brazos alrededor de la nuca y sus piernas sobre la cintura del brujo, quien la sostuvo con mucha fuerza tirando la espada brujeril al suelo, aliviado por haber llegado hasta su pequeña. Los dos se abrazaron con tanto alivio en aquel gesto, que podrían haber permanecido de aquel modo por eras.

Justo en ese instante, el hechizo de parálisis liberado a Jaskier, se deshizo y también él corrió sobre el brujo y lo abrazó con mucha fuerza. Geralt los apretó a los dos, Ciri en medio de ambos, y el brujo sintió que el alma le había vuelto al cuerpo.

- Están bien... - murmuró Geralt sin atreverse a soltarlos y perderlos una vez más. El brujo había estado corriendo detrás de aquellos dos desde hacía mucho tiempo, siguiendo pistas que sus huellas había dejado. Cuando se encontró con el abismo que lo separaba del otro lado del puente que habían cruzado, pensó que no llegaría, pero ahí, fue Filippa quién lo ayudó a cruzar con magia.

Lanza una moneda a tus brujosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora