Ola marina, contra piedra VI

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-Que tienes que estar alerta... - repitió el vampiro frente a la mirada rabiosa del brujo, él seguía tranquilo. – Porque Vilgefortz es un poderoso mago y ella iría a rescatar a Yennefer. – Regis suspiró alegre. – Oh, siento tanta fuerza en mi interior, que sería capaz de mandar a todo este castillo al infierno... - sonrió, mostrando sus colmillos.

- No es bueno que la hayas dejado sola, Regis. – gruñó el brujo, mientras el vampiro levantaba sus hombros, sorprendido. – Estoy muy molesto contigo. No ha estado nada bien, pero nada bien, que la hayas dejado sola.

- Pero ella me lo pidió. – se excusó el vampiro que ya no era murciélago. – Quería que te avisara eso... de Yennefer y Vilgefortz.

- ¡Iré por allá! – señaló un pasillo Cahir. - ¡A buscarla! Ustedes desciendan...

- Iré contigo. – dijo el bardo y se acercó al soldado nilfgaardiano.

Geralt asintió. Y así, el brujo, el vampiro y la jovencita corrieron escaleras abajo, mientras los otros dos, subieron en búsqueda de Ciri.





Geralt bajaba desesperado las escaleras, mientras Regis había vuelto a su forma de murciélago y descendía a su lado, veloz. Claire corría detrás de aquel brujo que la tenía cautivada. El brujo ya no hablaba, solo descendía.

De golpe, aquellos tres se encontraron en un gran piso con múltiples pasillos. El murciélago aleteó hacia un sitio y el brujo aguzó el oído, sintiendo lo mismo que supuso que Regis también: el sonido de varias pisadas a la izquierda. Así que, fue corriendo hacia allí, no sin antes controlar que Claire los estuviera siguiendo. La joven se sonrojó, cuando el brujo volvió la mirada al frente, puesto que la hacía sentir especial que aquel fortachón se tomara la molestia, siempre, de velar por ella.

Geralt de Rivia, espada en mano, abrió la puerta por la que procedían aquellos ruidos y se encontró con ella, de sopetón. Fue tan intensa la sensación, que él simplemente quedó en blanco, paralizado. Incapaz de dar verosimilitud a lo que sus ojos veían...

Unos rufianes llevaban a Yennefer por el pasillo. La hechicera iba a rastras, cargada de cadenas, lo que no le impedía revolverse, arrear coces y maldecir como un estibador.

La mirada relampagueante de Yennefer si situó sobre él, y lo vio, allí, perplejo. El alivio que Yennefer de Vengerberg sintió al ver a Geralt de Rivia frente a ella, fue algo que no pudo explicar. Ni creer. No había creído que lo había extrañado tanto, pero tanto, hasta que lo tuvo frente a ella. Y fue todo lo que él necesitó.

El brujo dio un golpe fortísimo sobre aquellos tres que la arrastraban. Su espada atravesó el cráneo del primero y el segundo, como un mondadientes, y el tercer quiso huir, pero un murciélago se materializó en un vampiro que se prendió sobre su cuello y lo mató en silencio y con notoria satisfacción.

- Sabía que vendrías... - sonrió cansada la mujer de cabellos azabache, Geralt corrió sobre Yennefer, pero la hechicera, orgullosa, se puso de pie sola, sin ayuda, aunque se tambaleó y él la tomó por la cintura, trayéndola sobre su cuerpo. Ambos se dedicaron unos segundos a contemplarse, incapaces de creer que estaban juntos otra vez. Geralt la sostenía desde la cintura y Yennefer tenía sus manos, enrolladas en cadenas, apoyadas sobre el pecho de él. Su piel estaba sucia, sus cabellos endurecidos. Para el brujo, resultaba obvio que hacía muchos días no le permitían un baño a su amada hechicera y si la conocía lo suficiente, eso era desmoralizante para su bella Yen.

- Jaskier... - tartamudeó Geralt. – Lo oí gritar y luego tu voz, en su cabeza, pero también la mía...

- Lo sé. Yo se lo dije a él. Jaskier conectó conmigo en sueños, supongo que por intermedio de Ciri. Así que, lo enlacé a mi mente y lo obligué a escucharme... - explicó la hechicera. – Le pedí que te dijera dónde me encontraba. – Yennefer miró sobre el hombro del brujo. - ¿Dónde está?

Lanza una moneda a tus brujosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora