Revelaciones II

53 5 2
                                    

II

Segundo verso


Voy a enfrentarte sonriendo mientras asciendo por los escalones

(¡hacia la luz!)

Hacia aquella luz que tú mantienes ardiendo

(¡un consumado infierno!)


Mientras bailan los músculos de tu cuerpo y el mío,

y nuestras sombras cantan, audaces

Despedacen la piel de mi cuerpo

Y yo me quitaré mis terrores


***

Jaskier miró a su alrededor y estaba dentro de un palacio... No estaba borracho, su mente estaba despejada, pero recordaba cada palabra de Regis, respecto al pasado de Falka...

Falka, hija de una mujer kovira y el rey de Redania, Vadrik. Cuyo rey se había enamorado de Cerro, por quien se separó de la madre de Falka y con quien tuvo dos hijos.

Cerro, cuya mujer había adoptado como propia a Riannon, hija de la hechicera élfica Lara Dorren y el poderoso hechicero humano Creguennan; hechiceros los dos, que murieron como consecuencia al amor entre dos razas diferentes. La élfica y la humana...

El palacio estaba vacío, o al menos lo parecía. Un solo sonido no se tomaba la molestia de saludar al impostor. Jaskier observó a su alrededor: la enorme pared de piedra pulida y adornada, no solo daba resistencia e imponía la fortaleza indestructible del palacio, sino que mostraba soberbia grandes cuadros de reyes de aquellas tierras, bellamente retratados. Él levantó sus ojos celestes y los miró. Mujeres y hombres que no conocía... pero una conoció: Calanthe, la reina Calanthe de Cintra y el rey Eist de las Islas de Skellige, por debajo de ambos la princesa Pavetta y finalmente, Cirilla de Cintra. Representada magníficamente en un hermoso cuadro ornamentado, pensó él.

Tenía que ser el Palacio de Cintra. - ¡¡Ciri!! – gritó. Nadie respondió. Su voz resonó, él escuchó los ecos que acompañaron. - ¿Cirilla? ¿Princesa? - ¿en qué época estaba?

Respiró nervioso y corrió por los amplios espacios del palacio, no encontró una simple alma. Nadie. Sus pasos acelerados rebotaron, inundaron el silencio y golpearon sus oídos como sonidos extremadamente fuertes. Respiró agitado, e incluso aquel sonido, le pareció demasiado. Disminuyó la velocidad de sus pasos. Serenó sus ciclos ventilatorios.

Estaba solo.

¿Por qué me has traído aquí? Jaskier guardó silencio, buscando algún motivo por el que Ciri lo habría arrastrado al palacio ¡Claro! ¡Información sobre la genealogía! ¿Dónde mierda estará la Biblioteca Real? Jaskier corrió abriendo todas las puertas que encontraba a cada paso, buscando desesperado el modo de dar con los datos de los ancestros de Ciri. El sonido fue burdo, entrometido, insolente. Pero al parecer, no había nadie. Así que el bardo corrió a través del largo y solitario pasillo real, abriendo puertas, inspeccionando rápidamente las habitaciones, saliendo y abriendo otra, y así...

 Luego de minutos enteros de correr como loco, alborotando todo a su alrededor, encontró la Biblioteca. Abrió la puerta y vio montones de libros, pilas de ellos y el olor a hoja vieja y polvorienta lo invadió. Amaba aquel aroma, recordaba a las épocas en la academia de Oxenfurt. La Biblioteca era una inmensidad. Sitio espacioso con libros por doquier: algunas estanterías al alcance de las manos, otras accesibles solo a través de escalerillas dispuestas sobre sitios estratégicos para hacerse con los tomos deseados, localizados en la altura. La decoración incluía candelabros con luces incipientes, sillones tupidos y cómodos, con acabados en su confección digno de realeza. Mesas de madera bien pulidas y talladas laboriosamente, sillas alrededor de éstas. Mapas del Continente, papeles esparcidos, pero ordenados. Jaskier suspiró frustrado, sería todo un desafío dar con el libro que deseaba.

Lanza una moneda a tus brujosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora