Extrañas compañías II

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II

Geralt y Jaskier estaban atados de nuevo de manos y pies, en el interior de una tienda, sentados sobre unas sillas de madera, madera dura, y ahogándose por el calor del lugar. El mariscal Vissegerd ni bien los había visto había reconocido al famoso brujo que había asistido al banquete el día de la petición de mano de la princesa Pavetta. El conde, realmente no había sabido nada del engaño y había intercedido para que liberara, al menos, a maese Jaskier, pues su fama realmente lo precedía en el norte. Pero el mariscal se había negado.

El mariscal Vissegerd le había puesto al día al conde: le había contado que el brujo Geralt de Rivia, 17 años atrás, había ayudado a que Pavetta, la hija de la reina Calanthe, fuera dada en matrimonio a Duny, un vagabundo del sur, desconocido por todos. Y de ese matrimonio infame nació luego Cirilla, objeto de una incuestionable conspiración. Pues ese perverso "canalla" (así se había referido a Geralt) se había asegurado derechos sobre la princesa Cirilla, aún en vientre materno, cuando el inepto de su padre se la había otorgado como pago de deuda por su vida a ese bellaco lobo vagabundo, proclamando el Derecho de la Sorpresa. El brujo, según el mariscal, luego había esperado el momento oportuno para raptar a la princesa y cuando empezó la guerra con Nilfgaard y Cintra cayó, la raptó. Mantuvo a la muchacha escondida, en contra de su voluntad, aunque sabía que la buscaban. Y al final se aburrió de ella y se la vendió a Ernhyr, emperador del Imperio de Nilfgaard. En ese punto Jaskier no había podido mantener la boca cerrada y había insultado al mariscal aseverando que solo mentía, situación que le valió unos cuantos golpes, a ver si aprendía a cerrar el pico de una vez por todas. Geralt comenzaba a sospechar que Jaskier ya no aprendería...

Faltaban unas pocas horas para que cayera la noche sobre aquellos dos.

- Lo siento, Geralt... - susurró Jaskier. El brujo lo miró, un hilillo de sangre seca caía desde los labios del trovador y tenía un desgarro sobre su pabellón auricular izquierdo que ya no sangraba, pero que había sangrado mucho. Ahora la sangre coagulada adornaba la piel del poeta, que se había quejado, no pocas veces, porque le quedaría una cicatriz y él odiaría que su rostro "perfecto", según había asegurado, se viera alterado por aquella cicatriz de mierda.

- No te preocupes, Jaskier. He estado en peores situaciones.

- Yo no. – contestó el poeta. – Bah, en Thanedd sí... pero contigo no. – Jaskier lo miró con sus ojos celestes muy abiertos. - ¡¡Thanedd!!

- Oh, no, Jaskier. No uses la cabeza, ¡por favor! Solo nos has metido en problema tras problema con tus ide...

- ¡EEEHHH! MARISCAL, ¡QUE QUEREMOS HABLAR CONTIGO!

- Mierda... ¿Qué dirás? – se molestó el brujo.

- Cállate. – le dijo el poeta y al poco tiempo el conde ingresó, acompañado del mariscal Vessegerd.

- ¿Has recapacitado?

- Recapacitado mis pelotas. – contestó Jaskier. Geralt suspiró, ya molesto. Alguna vez tendría que aprender ese maldito bardo, joder. – Todo lo que has dicho son mentiras. Geralt no raptó a la princesa. Eso lo sabe cualquiera. Cirilla fue raptada de la isla de Thanedd y Geralt fue herido gravemente al defenderla. Todos pueden confirmarlo. Todos los hechiceros que estuvieron en Thanedd. Y el secretario de estado de Redania, el señor Segismundo Dijkstra... – Geralt prestó atención, quizás esta vez, Jaskier sí tenía algo que aportar a la causa.

- Una lástima que toda esa valentía no haya valido para mierda, ¿no? – dijo el mariscal y miró a Geralt. – Al final, la princesa está en manos del emperador de Nilfgaard. De momento la declaró reina de Cintra y sus alrededores, lo que nos causa no pocos problemas.

Lanza una moneda a tus brujosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora