Extrañas compañías IV

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IV

Jaskier había confirmado que Ciri estaba en Fen Aspra, en Nilfgaard; así que habían decidido que no perderían más tiempo y el grupo había retomado camino rápido hacia allí.

Geralt, Jaskier, Ojazos, Regis y Cahir se dirigían camino al Yaruga para buscar el modo de llegar a Nilfgaard a como diera lugar.

El poeta sabía que se debía una charla larga con ese caballero Cahir, pero esperaba el momento oportuno. Geralt no estaba de acuerdo con la presencia del nilfgaardiano, que aseguraba no serlo, y también se debía una charla con Regis, ya que no estaba de acuerdo con la presencia del vampiro tampoco.

El momento de la charla con el barbero, que no era barbero, llegó en ese instante. Así como con el nilfgaardiano, que aseguraba no serlo.

Jaskier iba montado con Geralt sobre Sardinilla cuando un insecto le picó cerca del cuello, se rascó molesto y comenzó a sangrar la herida de su pabellón izquierdo. Ojazos iba montada sobre el corcel de Cahir y con él y, por detrás Regis sobre Pegaso. – Oh, mierda... - se quejó Jaskier. - ¡Me sangra! Voy a desmayarme, ya no aguanto perder una gota más de sangre... - se lamentó teatralmente, con dramatismo, como solía hacer él.

Regis tomó las riendas de Sardinilla y detuvo la yegua. Bajó de Pegaso. – Tranquilo, no es nada. – le dijo, invitándolo a bajar. Jaskier así lo hizo, pues a leguas se apreciaba que el hombre sabía de medicina. – Permíteme. – dijo el herbolario y Geralt apoyó su mano sobre la espada, observándolo. – Yo me ocuparé de esto.

Regis sacó de una maleta que transportaba Pegaso utensilios e instrumentos médicos. Ojazos también detuvo la montura, Cahir observó al brujo que tenía la mano sobre la empuñadura de la espada, así que hizo lo mismo, considerando que había peligro inminente en algún sitio, aunque él no había sido capaz de reconocerlo. Solo la luz del firmamento los alumbraba aquella noche. – Primero te limpiaré, Jaskier. – dijo Regis y con una gasa humedecida le quitó las costras de sangre seca. El poeta se lamentó, gimió por el dolor, pero le dejó seguir. – Es solo sangre. – le explicó. De la herida volvió a brotar sangre a borbotones. – Oh, le has dado a una arteria. Mala suerte.

- ¿Voy a morir?

- Sabes que no, Jaskier. – dijo Essi.

- No. – contestó el barbero. – Es solo sangre, un poco de sangre... Qué bien huele tu sangre.

- ¡Aléjate de Jaskier! – Geralt saltó de Sardinilla con la espada en mano. Jaskier dio un salto asustado, Regis ni siquiera lo miró. No le hizo caso, apretó la herida, cortó el sangrado. Luego la desinfectó y colocó un vendaje compresivo alrededor de su cabeza.

- ¡Qué bien huele esta sangre! – repitió el barbero. – No noto en ella olor a infección, - miró al brujo y le sonrió – lo que, en el caso de una herida en la cabeza y con compromiso de una arteria, es buena señal, ¿qué dices, Jaskier?

- Lo que tú dices. – respondió el poeta. Miró a Geralt y notó que Cahir también había desenvainado la espada.

- Esperaremos unos minutos, que cese el sangrado. Luego tendré que suturar, Jaskier ¿de acuerdo?

- Dame alcohol... - gimió.

- No te preocupes. No dolerá. – Geralt lo miraba rabioso, sin guardar la espada.

- Retrocede. – sentenció el brujo.

- ¿Estás loco? – preguntó Jaskier. – No has salvado, ¿qué te pasa?

- Siéntate, Jaskier. – pidió Regis y señaló una roca al costado del camino que seguían. Él miró a Geralt, luego al barbero y finalmente hizo como le indicó. Geralt caminó a su lado con la espada en alto.

Lanza una moneda a tus brujosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora