Lanza una moneda a tus brujos

Medio Siglo de Poesía III

III

- Y bien... - comenzó Regis. - ¿Nos vas a decir por qué tu vida peligra en Toussaint, Jaskier?

El vampiro, Ojazos y Jaskier se encontraban ya en las montañas, luego de cruzar por el valle de Sansretour, como Geralt les había indicado. Había allí una aldea, poco poblada, los días comenzaban a ser helados, pues transitaban el otoño, y ellos se habían puesto a resguardo en una casucha que pretendía ser taberna. En realidad, no era más que una regordeta señora, que preparaba bocadillos a los extranjeros y servía cerveza (de la mala), a cambio de monedas.

Jaskier suspiró, sosteniendo su pinta en la mano y revolviendo el plato de comida. Sopa.

- Ya, Jaski. Creo que Regis ha demostrado ser digno de confianza. Se lo puedes decir.

- Me estás haciendo morir de intriga, poeta.

- No te burles. Odio hablar de estos temas. – dijo él. Luego levantó sus ojos celestes y le dedicó una potente mirada. – Mira, yo soy Julian Alfred Pankratz. – luego guardó silencio, suspiró y finalmente, continuó: - Vizconde de Lettenhove.

- Oh, vaya, vaya. No sabía que tenía la gracia de estar al lado de un noble. Me disculpo, su señoría...

- Ja, ja. – dijo Jaskier y se pasó casi de un trago toda la cerveza de mala calidad. Luego se limpió la boca con la manga de su jubón. – Como verás, por el culo me meto todo lo relacionado a mi herencia noble.

- ¿Y por qué? Si se puede saber.

- No se puede. – dijo el trovador. – Solo puedes saber que hace 7 años yo estaba en el castillo de Beauclair, en Toussaint, y tuve un romance de varios meses con la condesa, Anarietta.

- Oh, vaya, vaya. No sabía que las elegías nobles... - volvió a molestar el vampiro. Jaskier lo miró rabioso.

- No las elijo nobles. No las elijo. Solo... - se dio la vuelta y llamó a la moza para que le sirviera más cerveza. – Solo disfruto de la compañía de las mujeres... O disfrutaba. Ya no sé ni quién soy. – se molestó. – Lo cierto es que Anna es una excelente mujer. Y por supuesto que nuestro romance fue, por demás... pasional...

- Como todos tus romanes, Jaskier. – interrumpió Ojazos, que ya conocía la historia.

- Puede ser... - dijo él. Regis guardó silencio a la espera de que continuara. – Me había hospedado en el castillo durante todo el invierno hasta la primavera. – comenzó a contar. – No había hecho uso de mi herencia noble, solo me había presentado como Jaskier, aunque finalmente, se terminó sabiendo que yo soy también Julian...

- ¿Y eso es un problema?

- ¿Quieres cerrar la boca, Regis? Déjame hablar.

- Antes no querías hablar, ahora no quieres callar. Eres todo un tipejo, poeta. – se rio el vampiro, sin mostrar sus colmillos, como hacía en público. La moza le sirvió más cerveza a Jaskier.

- Bien. La condesa Anna se encuentra en matrimonio con el conde Raimundo de Cintra. El hijo de puta es bien conocido por todos los cuernos que siempre le dedicó a ella. Es un deshonesto, canalla y un hijo de puta con todas las letras... Que gobierna Toussaint desde hace por lo menos, diez años, creo yo. Por el contrario, Anna es querida por su gente ¡Qué digo querida! ¡Adorada! Ella sí que es una soberana como se debe ser...

- Vaya, le tienes admiración. – dijo Regis.

- Por supuesto. Es una excelente mujer. – dijo Jaskier.

- Lo estás alargando demasiado, Jaskier. – se quejó Ojazos. – El tema es así. Jaskier se hospedó en el castillo, se dedicó, al principio, a tocar el laúd, cantar romanes y declamar poesía. – Essi miró a Regis. – Como bien sabes, cualquier persona culta se atrae fácilmente por un artista instruido, tal es el caso de nuestro catedrático Julian. – Jaskier la miró con una ceja levantada, por haber usado su nombre noble. – Justo por aquel entonces, el buen conde Raimundo, o hijo de puta, como quieras llamarlo, andaba justamente en Cintra, con una amante. Hacía ya meses que no volvía a Toussaint, y poco le importaba, porque siempre hacía lo mismo a la condesa.