Rosa del Destino I

28 3 0
                                    

Ciri sintió los labios de Jaskier sobre su boca, cuando gimió por última vez y su vagina se humedeció aún más por el orgasmo del poeta. Ella estaba agitada, empapada en sudor, temblorosa sobre sus manos por el orgasmo que había alcanzado pocos minutos atrás.

Cuando él acabó, ella descendió sus piernas y sintió el peso del bardo sobre su cuerpo, agitado pero a la vez sereno, por haber logrado saciar su hambre hacia ella. Él la besó, entre risas y caricias, le recorrió sensualmente con la lengua, luego volvió a sonreír y se acarició sobre ella. Ciri se estremeció, una vez más, ante su belleza, sus juegos de seducción...

- Oh, Ciri... no puedo creer que estemos juntos de nuevo. - ella lo besó, él también. - Te extrañé, te extrañé muchísimo. Perdóname porque he sido brusco. No he podido contenerme. - sintió la mano de él recorrer su cintura, luego acariciar la piel de su abdomen por debajo de la camisa, aun tembloroso por el orgasmo recién logrado.

- Ha sido perfecto, amado poeta. - sonrió ella, acariciando sus cabellos empapados por el sudor y siendo capaz de hablar solo ahora que había disfrutado de aquel encuentro pasional con él. Jaskier quitó su mano del abdomen de Ciri y acarició su rostro y por primera vez fue consciente de la cicatriz sobre su mejilla. Arqueó sus cejas entristecido por la suerte de su amada a quien habían herido de aquel modo y acarició la cicatriz, reconociéndola. Notó que ella sintió vergüenza, pero a él no le importó en absoluto. Jaskier la besó una vez más y la apretó sobre su cuerpo. Ciri lo rodeó sobre sus brazos y lo besó también.

Luego, el poeta soltó sus labios y levantó su pantalón, Ciri buscó el suyo, tomó la vaina de su espada, que yacían sobre el suelo. - ¿Y si tomamos un baño? - dijo la jovencita y le mostró el lago cristalino que tenían a escasos metros. Él sonrió y asintió, fue hacia la capa y la tomó. Con su otra mano, agarró a Ciri y caminaron hacia allí, ella con el pantalón en su mano y la camisa cubriendo su ropa interior empapada.

Por primera vez, Jaskier fue consciente de que todo estaba estático a su alrededor, a excepción de los unicornios que bebían agua y se movían con total libertad, al igual que aquel lago. - ¿Qué es este lugar? - él sabía, sin embargo, que no se trataba de un sueño. Ciri, aún tomada de su mano, se acercó a él.

- No lo sé. Atravesé Tor Zireael y aquí llegué. - ambos se miraron. - No sé qué haces tú aquí... este es mi destino. - Jaskier guardó silencio y miró una torre negra, coronada por el resplandor de la aurora boreal y supo que aquella era la Torre de la Golondrina.

- Un unicornio me trajo aquí. - dijo él. Ella sonrió. - Y quizás "yo" soy tu destino. - jugó. - Y no todas las estupideces de predestinación que te han dicho toda la vida. - ella rio y le dio un beso sobre la mejilla, mientras sostenía su mano. Si él era su destino, entonces que se cumpliera lo que se tuviera que cumplir.

- Caballito... - susurró Ciri, Jaskier la miró. Sí, conocía al unicornio. Lo había visto cuando era chica, pero lo había olvidado. - Lo vi durante mi infancia, pero lo olvidé. Lo llamé Caballito - él sonrió y la tomó en sus brazos una vez más y la besó. Sin embargo, fue un beso corto, pues el poeta la liberó de su agarre y se quitó las ropas que llevaba encima para entrar en el lago. Ella lo imitó entre risas y los dos se sumergieron en el agua, hasta más allá de sus caderas.

Ciri se enlazó a él y volvió a besarlo. Jaskier la besó, la abrazó, la apretó contra él y sintió, por primera vez, la delgadez de su cuerpo. Ciri no se había estado alimentando bien en aquellos meses y le dolió su alma. Quería saber qué había sido de ella, pero tenía tanto miedo de escuchar las respuestas... Así que, la acarició, la besó y volvió a acariciarla para que ella supiera que, con él, podría sentirse segura. Por siempre.

- Ciri... - Jaskier liberó sus labios. - Todo está detenido a nuestro alrededor, ¿acaso es un sueño? Yo creo que no... pero no lo sé ¿Es un sueño? - Ella miró a su alrededor y extendió su mano. Una neblina los rodeó, él la abrazó con fuerzas y de golpe todo volvió a la vida.

Lanza una moneda a tus brujosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora